No puedo más
que asumir que la perplejidad que me afecta
Es la
sonrisa franca y sutil que acompaña tu voz cálida
Naca,
llorona, sencilla, zalamera y embaucadora
Adormecida
por la flama amarilla intensa de las penumbras luminosas
De ese mundo,
primer mundo, catalizado por las directrices del desarrollo
Desenredo de
las pasiones de este tercer planeta, tercer agravio, tercer sometimiento
Nuestro
mundo salvaje y plagado de remedos de mudanzas eternas, escapes
De moldes añejos y maduros de largas noches de sufrimientos,
Caldeados de experimentaciones y pruebas y errores y finales infelices
Al sentir tus labios sedientos de los cálidos humores tropicales,
adormecidos por la ausencia
De versos, besos, abrazos, tocadas y tocatas y fugas, intermezzos,
sopranos, rancheros, huillos
Canelosos, chocolatados,
sudorosos, saboreados de café de palo, palo de almendras, palos de conacastes
orejudos, cerosos, glamorosos, amorosos, bochornosos amagos de romance
Ninfas del
rio sucio, surcando la caldera de la diabla que sale por las noches y que
espera
Al fumador
de puros, para que le repita la oración de la maría pata de gallina, esa de las
uñitas
Pintadas de
bronces y rubores y labios de rubí
Torogocez,
que surcan el cielo y duermen en la tierra o las alondras chiquitinas esquivas
y frágiles
Y las chiltotas naranjas volantes, que mueven el
cielo para anunciar Los griegos inviernos, amacizados por la llegada de helios
el santo padre cachón, que toma la noche y preña la luz de los enredos atómicos
energéticos,
y su novia
peleando el pan con el volcán que alumbra las angustias nocturnas y
huérfanas de eróticos sueños, eróticos enigmas, eróticas y pálidas erecciones,
Erupciones
catorceavas, morenas, negras, blancas, amigas de los arqueólogos de grandes
sombreros, llenos de esperanzas y mitos infantiles, de sauces dormilones, de
aguacates y gallinas indias, de chufles y enredos lácteos.
Tan solo
eso, y sin embargo somnolienta, cargada de efluvios inalcanzables,
inigualables, fantasías, realidades,
lejanas fantasías ausentes en el invierno atlántico, cruel, desalmado frió imperial,
que marca tan profundo dilema:
Del Sopor y sudor al tenerte
Del dolor y calor al nombrarte
Del color y rubor al rozarte
y yo, intentando rubricar el ansioso camino de las almas ambulantes en el
etéreo mar del tiempo
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