Unos tres meses atrás y después de unas
decisiones precipitadas y poco sensatas, había renunciado a un trabajo
relativamente estable en una empresa de gran prestigio y solidez.
Su decisión de querer emprender una carrera en un oficio, de
por sí, complejo, pero que tenía en ese entonces grandes perspectivas lo había
dominado y así, de un día para otro dejó el trabajo y a pesar de los ruegos discretos
de sus jefas y los consejos atinados de algunos con mayor experiencia, se lanzó
a recorrer nuevos caminos.
El ambiente citadino, anunciaba la próxima
celebración de la navidad, la temporada de fin de año se respiraba en todos los
ambientes, las noches de compra estaban en su apogeo, los medios radiales,
impresos y televisivos bombardeaban y seducían a los consumidores a fin de
motivarlos y coaccionarlos por comprar y comprar.
La empresa que lo albergaba, era muy modesta,
tanto en la fortaleza financiera como en su marco de acción, el mercado de las
computadoras era muy incipiente, de hecho las empresas en el mercado local que
poseían algún tipo de equipo electrónico para procesar sus datos, eran muy
pocas; esta empresa de carácter e inversionistas locales, estaba o trataba de
competir contra los grandes de esa época : IBM y NCR., presentando una
alternativa mucho más barata y más amigable para realizar sus funciones, en
consecuencia, la tarea era ardua.
El grupo de analistas y programadores era muy
heterogéneo, la mayoría lo conformaban ingenieros industriales de la Nacional y
uno que otro técnico empírico, verdaderos genios de la electrónica y profesionales
de la programación que con manual en
mano en idioma inglés, realizaban reparaciones
de circuitería o programaban las rutinas que darían soporte a las operaciones
de las empresas clientes.
Esta situación de precariedad se agudizaba,
con la época navideña, las empresas generalmente limitan o suspenden todo tipo
de inversión, los gastos de aguinaldos, fiestas y demás erogaciones anuales,
reducen la capacidad de maniobra de efectivo y los cerebros financieros
prefieren esperar el próximo ejercicio para realizar inversiones.
De modo que, la empresa modesta, a puros
ajustes de última hora, habían logrado pagar lo establecido y los aguinaldos al
personal de planta, en palabras llanas a “puras penas”.
Su caso, al no estar en la planilla formal,
no poseía compromiso, él había trabajado las últimas semanas en el desarrollo de un sistema de control de
repuestos para una distribuidora de vehículos, pero, al no hacer pagos anticipados,
no existía, por tanto, remuneración para
ese período tan especial.
La pequeña compañía no dejaba de tener características
muy especiales, la secretaria recepcionista era una señora joven con unas
curvas de esas de las películas “los verduleros “ o del “día de los albañiles”,
muy admirada y respetada, ella le ponía el toque femenino a la pandilla de jóvenes
y jefes, aconsejaba y realizaba su labor con gran profesionalismo.
El proyecto los dirigían dos ingenieros industriales
que con la ayuda de un joven visionario capitalista, dieron marco para crear la
empresa de distribución de computadoras y desarrollo de sistemas, Guayo y Job eran las cabezas, ambos muy
amistosos, profesionales, sus personalidades eran antagónicas mientras uno era
serio y formal, muy paternal, el otro era jodíon y muy amistoso, el amigo de
confianza.
Aunque casi siempre coincidían en el estilo de liderazgo, basado en
la confianza y el desempeño realizado. Ambos experimentados y eficientes en materia
de desarrollo de sistemas, organización, programación, etc.
El técnico en jefe de mantenimientos era Robert
un genio de la electrónica, ensimismado en su mundo abstracto, gustaba del whisky
y sus charlas todo el tiempo eran astrales, ayudado por Terezón, taciturno y
metódico. Y David, formal, religioso y
muy poco dado a la broma, resolvían verdaderos rompecabezas en los circuitos
electrónicos de los equipos y realizaban hazañas de leyenda en los
mantenimientos.
En el equipo de programadores, estaban los sénior,
Hugo Y Nubia, ambos ingenieros de sistemas, eran las cabezas, ya con alguna
experiencia en tan novedosa profesión, tenían algunos proyectos operando, ellos muy desprendidamente,
enseñaban y comentaban las innovaciones, nuevas rutinas, maneras más fáciles de
programar, gozaban de gran admiración en los programadores bisoños, esta
cualidad también los impregnaba de cierta aura de “primas donas”, expertos y
complejos en su comportamiento, trabajaban sin horarios establecidos y sus
resultados eran prominentes.
Los programadores junior, ingenieros recién egresados,
pasaban estudiando, haciendo análisis, programando en papel, haciendo pruebas y
cada triunfo por pequeño que fuera se celebraba con júbilo y vítores.
Julito, sobresaliente, desprendido,
colaborador, jodarria hasta morir, experto en contar chistes profanos, muy
metódico para el trabajo, el líder de la pandilla, seguido por
Wilson, alto, narizón,
negociante nato, de origen árabe, efectivo para resolver problemas,
Juan
Carlos, genial, efectivo, práctico, su formación jesuita, le daban un amplio
panorama de los problemas a resolver en las computadores,
Manuel, trabajador
incansable, duro para pelear con los problemas, excelente programador.
Atilio,
experto en organización y métodos, serio y formal.
Otros grupo de jóvenes, soñadores, que se
habían adherido a la compañía sea por atracción, circunstancialmente o por
casualidad, llegaban a la empresa a aprender
esperando una oportunidad, sus trabajos eran secundarios, por ejemplo,
introducir datos de prueba, hacer pruebas de rutinas, limpieza de los equipos, cargar bultos, hacer
trabajo de papeleo o simplemente para pasar el día en ese ambiente agradable,
desenfadado y técnico.
Además laboraba un contador, joven y
laborioso, casi siempre metido en papeles y partidas, haciendo cuentas, ajeno a
la vida excitante del ambiente laboral, salía a refrescarse por ratos y después
regresaba a sus cuentas y cálculos.
Pero además, estaba el gerente
administrativo, el lic. Pérez, el “gargamel” de la oficina, serio, desconfiado,
estricto.
Había sido impuesto por el empresario
inversionista para cuidarle sus intereses.
Ese cuido pasaba por la disciplina
financiera, la auditoria de los gastos, el control de los movimientos de caja,etc.,
etc.
A eso se le adicionaba su personalidad de pocos amigos, un humor cruel y
gris, pasaba pendiente de su carro, encorbatado y vestido formalmente, bromeaba de cosas fútiles e
irrumpía con su presencia el cotidiano jolgorio de los demás, que pasaban
chistando y bromeando.
Los jefes le temían, y en actitudes
hipócritas lo respetaban y realmente le temían, pues sus informes podían ser
tan severos que podían poner en peligro las inversiones o la continuación del
proyecto o ameritar una seria advertencia de parte del capitalista.
Les caía antipático a todos, sus opiniones
y observaciones eran motivo de burlas, cuando se volteaba y se bromeaba
diciendo “ya le vamos a decir al Lic. Pérez…..”, como forma de advertencia cómica
y cruel, imitando su acento y frases que usaba.
Esa tarde
del 24 de diciembre, se tornó alegre, corrieron los tragos, las alegrías de la
navidad, las compras de chumpe, las manzanas, etc. Cada uno se sentía contento.
En una amena reunión, todos departían. Wilson
se tomó dos tragos y empezó a desvariar, otros más discretos solo hablaban de
las jornadas de trabajo o de temas de actualidad, Julito contaba los últimos
chistes de los reyes magos.
El por su parte, pensaba en su hijo de un año,
su familia lo esperaba, su joven esposa, su mamá, sin recibir pago, mientras
los otros departían alegremente, se abatía cómo y qué iba a llevar a su casa en San
Bartolo, llopango, primero y luego hasta
la preocupación de los horarios de buses desde la colonia Roma y cómo conseguir
los elementos de la cena navideña.
Muy tímido para pedir prestado, muy orgulloso
para pedir adelantos, mientras los demás disfrutaban, él pensaba como hacer.
Ni los jefes ni los compañeros se percataban
que era el único que no habían recibido sueldo ni aguinaldos, todos bebían, se
divertían y gozaban.
Nadie advertía sus preocupaciones familiares.
La tarde caminaba y en esas tertulias y
amenos momentos estaban en su apogeo, uando apareció el Lic. Pérez, a lo que el
jefe Guayo, advirtió su llegada en carro y empezó a limpiar los residuos de
hielo y botellas de licor que estaban en la oficina, Wilson ya bolo, le
recriminaba diciéndole que él era el jefe y que no tuviera miedo, queriendo
confrontarlo ( a Pérez) y decirle sus verdades.
Unos reían,
otros discretamente se fueron
desapareciendo a fin de evitar que el Lic. Pérez los viera ya encendidos y
desfachatados.
Cuando apareció fue un silencio sepulcral, el
jefe Guayo lo saludó y quiso justificar la fiesta, a lo que Pérez no disimulo
su desacuerdo con un gesto de rechazo.
No obstante, la mayoría siguió alegre y más
de alguno le invitó a un trago, a Wilson lo fueron a esconder para que no
metiera las patas con un improperio.
Él se apartó y pensó que ya no tenía sentido
continuar allí, no consiguió dinero y mejor llegar temprano a ver que
inventarían en la casa para pasar la navidad.
Conduciéndose
a la puerta de salida, fue llamado por el Lic. Pérez, quien en un gesto
inusitado, lo saludó y dándole un sobre le dijo: “no se lo estoy regalando, se lo voy a descontar del primer pago.”
El sobre contenía 300 colones.
Esa noche se comió jamón de virginia, arroz
valenciano, manzanas, uvas y el niño quemó estrellitas.
Gracias licenciado Pérez Sayas, donde quiera
que esté, Dios lo bendiga.
….
2 comentarios:
Este es el Milton que me gusta leer...al que he admirado y conozco desde que Dios nos permitio crecer juntos; del que hablo, y pongo de ejemplo.
Muy bueno, miltin como narrador extradiegetico(narrador omnisciente)
Publicar un comentario