miércoles, 23 de marzo de 2016

SAN MIGUEL - ENERO 1971


El clima es de lo más terrible, San Miguel, llamada por algún baboso, “la Perla de Oriente”,  se caracteriza por sus altas temperaturas. 
El sol aparece al oriente bien temprano y el muy laborioso se esconde casi siempre después de las seis de tarde.

Estas críticas a San Miguel, aún hoy, no caen en gracia ni son bien vistas, por la comunidad de garrobos, iguanas y lagartijas, descendientes de los dinosaurios,  que por su sangre fría, disfrutan del hermano sol, el helios ardiente que con su calidez impregna la  arenosa y arcillosa superficie del terreno migueleño.

En aquella  época los años 70, era muy frecuente encontrarse con algún garrobo en la calle, a la orilla de las quebradas, incluso en los techos de algunas casas de todo el pueblo.  Además, las lagartijas eran como los vecinos permanentes  y cotidianos de cualquier casa migueleña.

La vida normal y castrense en la Tercera Brigada de Infantería era sacudida  cada cuatro meses, porque aparecían unos especímenes de humanos, de lo más extraordinario y simpáticos, unos descalzos, otros con ropas desgarradas,  descamisados, otros encaitados, despeinados, algunos con las marcas de los lazos con los que los capturaban, todos, todos, jóvenes, algunos citados por los comandantes locales del departamento cuando cumplían los 18 años, otros cazados y amarrados como animales y los más pendejos presentados voluntariamente por algún desprecio amoroso, sed de aventuras y los más mas pendejos por gusto, y los pendejos expertos se presentaban porque habían interiorizados la canción de Daniel Santos “vengo a decirle a dios a los muchachos, porque pronto me voy para la guerra” y los pendejos nivel dios, los que se presentaban inspirados en la canción que cantaba Luis López y los supersónicos “era un muchacho como yo quería se bitle o roling ston y que lo “llaman al Vietnam  y debe ir allá…, ratatata, tata, ratatata.”

Todos ellos eran presentados y exhibidos en el patio general de la Brigada para prestar el servicio militar (en aquella época) obligatorio, que duraría 18 meses y en el cual iban a aprender, participar y sufrir los detalles de la vida militar, hasta convertirlos en ciudadanos dispuestos a defender su patria “AUN A COSTA DE SU VIDA”.

Es obvio y lógico pensar que este contingente y al ser la zona oriental del país de aquel tiempo eminentemente agrícola, atrasad a y aislada de la metrópoli, todos o la mayoría de estos muchachos eran campesinos, muchos analfabetos y poco disciplinados en asuntos militares.

No dejaba de ser divertido ver ese arcoíris de jóvenes, de todos colores y sabores. Desde el negro color azabache, producto de mezclas de afrodescencientes con indios o con blancos, unos como flautas de largos, otros enanitos, hasta los blancos rubios, ojos verdes generalmente originarios del norte de departamento de San Miguel y Morazán, algunos asustados, tímidos, otros llorando y con cara de aflicción, pues ninguno sabía lo que les espera.

Los más antiguos, es decir los soldados y demás tropa, se deleitaban con la idea que pronto se desquitarían los sufrimientos y penurias que ellos mismos habían padecido cuando llegaron tiempo atrás.

A los reclutas se les sometía a todo tipo de castigos, algunos humillantes a fin de cercenar todo dejo de personalidad , egocentrismo y toda clase de individualismo.
Estos países atrasados y sub desarrollados enmarcan de manera salvaje estas costumbres ancestrales de los ejércitos.

Unos actos muy poco protocolarios y formales, determinaban a que unidad militar dentro del batallón iban a ser ubicados, los instructores oficiales y clases, preguntaban a los más de 150  jóvenes acerca de los niveles de escolaridad, observando su contextura física, altura, capacidad de aguante físico, etc.
Y los iban apartando pues de allí en adelante su nueva casa, jefes, amigos y compañeros de alegrías y penurias iban a ser los que compartían su unidad, en este caso su compañía militar.

Así, los más estudiados y aparentemente abusados (listos) después de ese somero y rápido examen pasaban a la compañía de Armas de apoyo- en el entendido que necesitarían algún conocimiento matemático para manejar los morteros 120Mm. , en ese orden luego a la tercera compañía de fusileros o infantería, los siguientes a la primera y luego a la segunda. Los que aparentaban menos inteligencia o habilidades eran ubicados en la compañía de mando y servicios, los cuales después del rigoroso, cruel y sufrido curso de reclutas pasarían a ocupar las plazas administrativas, que se limitaban a ayudantes de cocina, corraleros, casineros (ayudantes en el casino de oficiales), meseros del mismo, etc.
Donde con suerte terminarían su servicio militar bien “maiciados”, pues esas labores permiten comer y descansar abundantemente.

Algunos de los jóvenes que no resistían el riguroso curso de instrucción de reclutas, el cual era verdaderamente agotador, es decir aque
llos que se quedaban en los ejercicios  cansados al máximo, al borde del colapso, eran trasladados a la compañía de mando, donde terminaban su servicio cómodamente.

La vida militar de esa época era muy dura, se había heredado parte de la tradición prusiana a través de instructores chilenos y estaba ya bastante influenciada por la filosofía del ejército gringo, que por esos tiempos libraba sus batallas en el sudeste asiático, peleando contra el vietcong , en una guerra no convencional, pués la guerra de guerrillas, requiere de otras tácticas y estrategias castrenses;  adicionalmente el ejército nacional había experimentado recientemente una restructuración a partir del conflicto con la hermana república de Hondura en la mal llamada “guerra del fútbol”.

Había o estaba pasando de un grupo de chafarotes holgazanes a un ejército más organizado y  profesional.  Es obvio que la historia todavía no se escribía.

El Salvador había  desechado los antiguos fusiles Máuser, Checo y Garant y ahora se usaba el fusil G3 de origen alemán, era el arma de equipo de la infantería.

continuará..........

viernes, 4 de marzo de 2016

Decisiones transcendentales.

Hay ocasiones en que hay que definirse, hay que buscar en lo recóndito de nuestro corazón, quienes somos, de dónde  venimos y para dónde vamos.


Es el ser o no ser shasperiano, la definción de la conducta del individuo lacerado y acomodado por el sistema que lo somete, lo doblega, lo amansa, lo adiestra....

Cuando se peinan canas, habrá que hacer el recorrido, y buscar la esencia de nuestro ser, la naturaleza exacta íntima, eterna.

Hace unos días tuve que definirme, no podía permanecer en una situación alienante, a pesar que la vida a cada rato me recordaba mi comodidad, mi paz, mi tranquilidad que era interrumpida de fechas en fechas, a cada cambio, cada agotamiento de la práctica e instrumento anterior, la vida me volvía de frente y me preguntaba: “porqué te empeñas en sufrir”, a similitud de Pablo de Tarso en el camino a Damasco, cuando la voz potente le cuestiona “dura cosa te es dar coces contra el aguijón”, y así de necio he navegado más bien dicho “patiando” o mejor dicho “pisando” por años queriendo , cambiar


una costumbre que adquirí casi de niño.

En fin, la hora de las decisiones definitivas, reales, hago de caso que me pinto los cachetes tipo indio Siux y me preparo para la batalla definitiva- póngale musiquita de esa heroica- .

El hombre desnudo en su disyuntiva.......la determinación de la vida....la satisfacción de un trabajo bien hecho... la  consecución de la paz....

Y es que las yinas Balco, me han acompañado en los momentos más significativos de la vida, fueron las fieles compañeras, cuando nos tocaba hacer cola para bañarnos en el mesón., las cuales lucía con gran orgullo. Siempre las preferí color verde, aunque he usado también azules.


Las yinas-yinas, no me gustaron porque arruinan el pie,  así que no sé si porque me las compró así mi mamá o por comodidad he usado siempre las que son solo de meter.

NO  sé,  tal véz porque cuando me las tiraba mi mamá siempre acertaba, el deslizamiento fisico de la yina se desplazaba con la precisión que mi mamá le imponía y que me calaba en la espalda.

Muchas historias se escribieron en compañía de las yinas.

Cuando pude comprar, siempre las verdes de meter, aunque a decir la verdad, tal vez unas tres veces en 60 años, pues la duración es bien larga. Además antes cuando se empezaban a joder, uno les ponía unos ganchos de ropa, de los grandes para que aguanten un par de años más.

Así que las yinas han sido mis compañeras de viaje durante muchos años, en las buenas y en las malas, para reír y para llorar.

Cuando la época de los años locos anduve probando una semana santa con caites de llanta, eran las sandalías  hippies que nosotros los pobres podiamos adquirir, eran de los que usaban los jornaleros campesinos, recuerdo que nos costaron como tres pesos (colones) y anduvimos apantallando ( perdón ; haciendo el ridículo) con esos artefactos, durante toda la semana, al final desaparecieron con el tiempo, pues su uso no aplicaba  ni para bailar, ni para vacilar, ni para bañarse.

La yina tiene la ventaja que no se desliza en los pisos de cerámica,  no obstante, siempre que las usé eran pisos de cemento, y uno se siente más seguro cuando se hecha la guacalada mañanera.


Las puede usar en las quebradas y ríos, le defienden de las whistes, espinas, animales ponzoñosos, y,  le dan comodidad para caminar entre las piedras. Si uno quiere bajar un mango, la yina es ideal, así como para espantar los chuchos, y para pegar una guinda la yina se adapta al pie.

Ademas son un excelente sistema para matar bichos, las cucarachas bailan y la yina se adapta a la mano para llevarles el ritmo hasta que se les aplasta y como es suave la suela puede uno a muy  estilo de juez gringo y benigno perdonarles la vida y solo mandarlas al albañal, imaginen con una sandalia de marca bien anchotas no alcanza la mano para esgrimirla con gracia como la yina.

Tanto uso, además  puede usarla para cuando la mesa está patoja, ellas se adaptam a la falta de nivel que pueda tener el mueble.

Recuerdo cuando uno llegaba o llega  del trabajo, un par de yinas frescas son el compañero ideal para sentarse en el sillón a ver las noticias, casi se ponen en nuestras paternas.

La yina puede usarse en invierno y verano, usted puede escoger el modo de uso, las puede usar hasta el fondo o solo la mitad de la pata, ellas siempre se adaptan al modo del usuario.   

Y los domingos es casi el uniforme obligado para pasar todo el día quitarse la goma sin preocuparse del  calzado, pues las yinas se pueden lavar fácil si se hace el zope.  

Y si le toca la lavada de calzoncillos y calcetines, no causan problema pues aunque se mojen no se estropean, las seca el viento. 

Cuando andaba de malicioso quise olvidarme de ellas, las ví de menos, me parecían vulgares, y me compre unas “sandalias OP” que compré en Metrocentro , bueno lo primero que costaban lo que cuesta una docena de pares de yinas, lo segundo que el cierre era con mozote y era un problema cuando se mojaban, a veces se despegaba el mozote o sino bien duras.


 Esas me duraron poco pues, se desprendieron de la suela, como todo soldado de las adaptaciones quise aplicar grapas, pega loca, un clavo caliente – simas me quemo los dedos- pero nada, unos días funcionaban, después parecían mariposas con las lengüetas bailando,  así una arruinada, la otra me quedó una bien chiva que la combinaba con una de las yinas, pues esa es otra ventaja de éstas, que uno las puede usar indistintamente el derecho en el izquierdo o viceversa.

Deambule con varias marcas, unas chinas, otras chapinas, otras artesanales y siempre con los inconvenientes del caso. Unas se arruinaban rápido, otras parecían de mujer, otras jodía los dedos y las más muy incomodidad. 
Unas son plantosas solo para la foto, pero muy incómodas.

Hasta que llegaron los “croac”, ese invento chino, sabrá dios de que las harán. Para probar me compré unas allí por el palacio nacional, estas sí, me dije a mi mismo.

Pues se veían cómodas, cubren todo el pie, resistentes y eran de una sola pieza, la suela no era tan delgada, la apariencia no es tan mala, parecen sapitos o ranas de montaña.

Y así…me llevo candanga, pues las susodichas son bien calientes, tienen una abrazadera que traba a cada rato, esas se las corté para no darme por vencido, pero lo peor es que cuando uno se baña quedan mojadas y queda un charquito de agua, incómodo. Si uno las deja y al regreso del trabajo las quiere usar todavía están mojadas, que es otra ventaja de las yinas que se pueden usar con calcetines o sin ellos, aunque se te vean los jocotes y el pie de atleta.

Bueno, he usado de muchos estilos y marcas, por plante; NIKE,  solo para fisiquiar, uno está acostumbrado cuando va a la playa a meterse con todo y yinas, esas hay que dejarlas junto con el sombrero y la toalla, lo que no es muy sabio, pues para llegar al agua hay que ir saltando como que es chacuatete porque la arena está bien caliente, además si se le va una por el movimiento de las olas, no es mucho pues tres lukas, en cambio una de marca entre 10 y 14 varas.

Yo nunca he perdido una yina en el mar. -quizás tienen misterio-


Siempre quise tener unas de cuerito, tipo hippie, y me las compré en los usados, diez bolas, pero esas solo sirven para pasear, fisiquiar, porque no se pueden mojar, si se moja el cuero se hiede y se pudre, después se usan como yina convencional, pero con la incomodidad de que los pasos hay que darlos con cuidado, sino se le zafan cuando camina, un huevo!!. 

No se crea, que ya las imitan los chinos, lo único que la yina chinita, es bien tostada, y rápido se jode, claro es más barata, a  mi me gusta la que tiene la suela un poco gruesa, la BAlco, color verde, y con esa me siento más cómodo.


Así que de ahora hasta que me toque ver y contar los aviones, o como dijo el poeta "cuando venga a buscarme la parca", usaré yinas verdes de meter Balco, siempre están conmigo, como esos amigos entrañables, que son bien fieles, ellas allí están, en la noche las veo, cuidando mi sueño, listas a prestar su servicio, ya sea para ir a miar o por si algún ruido me despierta, me las quito y me las pongo con gran facilidad.   ja ja ja , que feliz soy!! 


Amo las yinas verdes.



Esta foto es de  diciembre 1979, en San Bartolo, Ilopango, fue nuestra primer casita, salidos del querido y recordado Mesón San Jorge en la 10 avenida norte.  Alli están conmigo mi primer hijo y las yinas.

Junto al Arbolito de navidad y el "nacimiento", tradición de Mama Nena



Aqui en Col Valle Nuevo, Ilopango ya con los dos cipotes y las yinas 






Una tarde de domingo en Antiguo Cuscalán, 1993 y las yinas




                                                        Estas son de leyenda