sábado, 12 de enero de 2013

Destino: cumpleaños: Reflexión










¿Cómo funciona ese dinamismo, que da a cada uno, en cada momento de su vida, aquello que le corresponde en estricta justicia?
Este es un misterio tan hondo, que nunca llegaremos  a comprenderlo enteramente mientras permanezcamos en este obscuro planeta, morada de incertidumbres y de errores. Pero, hondo e inextricable como es, alguna de sus fases se nos ha revelado; una punta del velo se descorrió un instante, y nuestros ojos pudieron vislumbrar un pálido reflejo de la luz que pasaba.
A la débil claridad de aquel vislumbre, intentemos penetrar en la sombra, a inquirir como actúan los que llamaremos agentes del  Destino.
Los cuales, para mayor eficacia y perennidad de su acción- , residen en nuestro propio ser, como el carcelero que habita en la misma cárcel que el reo a quién vigila. Pero estos carceleros nuestros no solo habitan en la misma prisión que nosotros,  sino que viven en nuestra propia celda, duermen en nuestro mismo lecho, y tan unidos y apegados andan con nosotros, que, en realidad, ellos mismos constituyen la cárcel en que nos tienen encerrados.
El primero de ellos, y el más fácil de conocer, es el que se forma de todas nuestras deficiencias nativas; las cuáles de la cuna al sepulcro, influyen en todo momento sobre todos nuestros actos, voliciones, emociones y pensamientos:  los pulmones estrechos, la sangre pobre, el estómago débil, el hígado torpe, el riñón incapaz, el corazón arrítmico, el intestino reacio, los nervios asténicos e inconstantes, los huesos propensos a las caries, los tendones osificándose, las arterias yéndose a la esclerosis…..
Ni drogas, ni régimen, ni dieta, ni operación, ni agente alguno conocido, pueden normalizar enteramente las funciones siempre tardías o desviadas o irregulares de estos servidores enfermos ya de origen; que, más que servirnos, conspiran contra nuestra felicidad alterando, falseando y obscureciendo nuestras ideas y nuestras voliciones.  Que el dispéptico de nacimiento pierda toda esperanza: nunca verá la vida sino triste y cargada de nieblas. Que aquel que ya vino tiranizado de la constipación, pierda toda esperanza: su cuerpo vivirá intoxicado, y en su inestable humor se sucederán las tempestades. Que pierda la esperanza quien nación con el hígado desordenado y supra bilioso: siempre será impulsivo, agresivo y colérico,  y la ecuanimidad rara vez le mostrará los esplendores de su sereno cielo.   Que pierda la esperanza aquel que trajo sangre infecta: mientras viva, el miasma reinará en su organismo; pues aquel fluido de la vida, encargado de infundir la agilidad y fuerza, irá regando en él la debilidad y la pereza. Lasciate ogni speranza…..
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El segundo agente o carcelero, es el conjunto de nuestras imperfecciones y fealdades externas, manifiestas e inocultables, que están allí, ofreciéndose a la contemplación de todos, para enajenarnos su simpatía y su respeto, y hasta para concitarnos su enemistad maligna. ¡pobre del enano!. ¡Pobre del cojo!, ¡pobre del tuerto, del gigantón y del  obeso!. ¡Pobre del que tiene la voz gritona o aflautada!. ¡pobre del negro y del albino, y del que lleva el cutis sembrado de excrecencias!. ¡Pobre del que se afrenta con orejas de lobo, cuello como de toro, nariz elefancíaca o morro de hipopótamo!, ¡Pobre del que lleva las manos consteladas de manchas, los dientes sobresaltados y disconformes, las piernas patizambas y los pies desmedidos!...¡pobre también el sordo, y el bizco y el tartamudo… pobres…!
A fuerza de inteligencia, de bondad, de cortesía de ser humildes y serviciales, de sufrir las burlas, de ser mansos y suaves, de no llorar y sí reír, logramos, ¡al fin! Que nuestros prójimos dejen de sernos desdeñosos u hostiles cuando nos manchas esos estigmas afrentosos. Tras  de mucho sufrirlas, se acostumbran a nuestras fealdades y deformidades, y un días llega en que, ¡por fin! Nos otorgan su tolerancia, y hasta una benevolencia que semeja un perdón… Pero antes de que alcancemos gracia, ¡cuántos oprobios, cuantas penas, cuántos desgarramientos y punzadas!--- ¡cuántas veces, porque éramos feos y disformes, nos negaron ¡justicia, ni dejaron de últimos... Nos rechazaron y desconocieron!!  Un lunar, fue en nosotros laguna: un sol, apenas chispecita fugaz. Días por día, año por año, hubimos de padecer desdoro, inconsideración y vilipendio, a causa de llevar en la cara, o en el cuerpo, a la vista de todos, una desarmonía, un contraste, un defecto, una fealdad risible o repulsiva, asida a nuestro cuello como un áspid al cuello de un cisne….
Estos agentes del destino, nos traen humillaciones y malquerencias…. ¡ Los otros, que ya dimos antes, nos atenacean a dolores y enfermedades la triste carne maldecida!!....    
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Luego vienen como fieras que no se doman, aquellos parásitos que viven y se agitan en nuestra alma: timidez, que nos inhabilita y retrae hasta en las empresas más fáciles y hacederas; orgullo, que nos concita enemistades o aversiones: vanidad, que nos hace risibles; temeridad y arrebato, que hacen abortar nuestros éxitos, a punto ya de florecer; gula, que nos entorpece y embota; avaricia y envidia, que son extremos de locura;  sensualidad indominable que apaga nuestra mente y aniquila nuestra fuerzas; ira, que nos ciega y nos precipita en el crimen; pereza que nos pudre la sangre, y … ¡tantas más!
Uno solo de esos parásitos enraizados en los senos del alma, bastaría para hacer infeliz una vida… más, ¡dichoso mil veces, quien sólo lleve una para sorberle el corazón! ¡Qué esfuerzos de años y más años!, ¡que innumerables caídas y recaídas!, ¡ que desfallecimientos y enderezamientos!, ¡que lucha a dominar y subyugar a una sola de aquellas hidras, cuyas cabezas renacen apenas han sido cortadas, y cuyas miradas enloquecen, si apenas un instante contemplamos sus fatídicos ojos!...
Con todo, llegaremos un día a domeñar a esos carceleros implacables, si esforzamos en ello todos nuestro querer y nuestra constancia. “El que persevere hasta el  fin, será salvo”, prometió Jesús. Y en efecto, un día, si hubo ardiente deseo y esfuerzo insistente, veréis humilde al que fue soberbio: generosos al avaro, sobrio al intemperante; veréis rodea de simpatía y de respeto al que antes inspiraba risa y escarnio, y hasta veréis sano y fuerte y ágil a quien nación enfermizo, torpe y débil.
Estos últimos,  victimas de la enfermedad, de la tara congénita, descubrió por fin, la palabra secreta que abre las puertas de la salud: privarse. Privarse, privarse más, privarse más aún, privarse todavía… hasta que el organismo, sujetos al  poder mágico de la sencillez, se rehízo, se renovó, se restauró. Agotadas la influencia mefítica de las impurezas originales- expiada la culpa- “sus pecados les fueron perdonados” y lo puro, lo sencillo, lo sano, triunfó finalmente en la batalla  a que sirvió de campo al organismo infecionado.
Privación, es decir, RENUNCIACION
                                El que renuncie y persevere  hasta el  fin, será salvo

Tomado de ENSAYO SOBRE EL DESTINO, de Masferrer.

3 comentarios:

Tamen dijo...

Happy Birthday Milton... te ves bien hermano! Abrazos!

Sex Shop dijo...

Muy buenooo!!!!!!!

Anónimo dijo...

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