martes, 10 de noviembre de 2009

Quien soy para juzgar




Tentativa de descripción de una cena de cabezas en París-Francia

Jacques Prévert (4 de febrero de 1900 - 11 de abril de 1977)
Los que piadosamente…
Los que copiosamente…
Los que tricoloran
Los que inauguran
Los que creen
Los que creen creer
Los que croa-croa (1)
Los que tienen plumas
Los que mordisquean
Los que andromaquean (2)
Los que dreadnoughtent (3)
Los que majusculant
Los que cantan a compàs
Los que cepillan a relucir
Los que tienen barriga
Los que bajan los ojos
Los que saben cortar el pollo
Los que son calvos dentro de la cabeza
Los que bendicen a las jaurías
Los que hacen los honores del pie
Los que de pie las muertes
Los que bayoneta… se
Los que dan cañones a los niños
Los que dan niños a los cañones
Los que flotan y no se hunden
Los que no toman el Pireo para un hombre
Los que sus alas de gigantes impiden volar
Los que dejan en sueño cascos de botella sobre la Gran Muralla China
Los que ponen a un lobo sobre su cara cuando comen cordero
Los que roban huevos y que no se atreven a hacerlos cocinar
Los que tienen cuatro mil de ocho ciento diez metros de Mont Blanc, tres cientos de Torre Eiffel, veinticinco centímetros de pecho y que son orgullosos de ello
Los que maman de Francia 

Los que corren, vuelan y nos vengan, todos los aquéllos, y mucho de otros entraban orgullosamente al Elíseo haciendo agrietar las gravas, todos los aquéllos se trastornaban, se empujaban, ya que había una gran cena de cabezas y cada uno se había hecho aquélla que quería.

L'un une tête de pipe en terre, l'autre une tête d'amiral anglais, il y en avait avec des têtes de boule puante, des têtes de galliffet (9), des têtes d'animaux malades de la tête, des têtes d'Auguste Comte, des têtes de Rouget de Lisle, des têtes de Sainte Thérèse, des têtes de fromage de tête, des têtes de pied, des têtes de monseigneur et des têtes de crémier.

Algunos, para hacer reir el mundo, se referían a sus hombros de encantadoras caras de terneros, y estas caras estaban tan bonitas y tan tristes, con las pequeñas hierbas verdes en el hueco de las orejas como el algas en el hueco de las rocas, que nadie los veìa.

Una madre con cabeza de muerta mostraba en que se reía su hija de cabeza de huérfana al viejo diplomático amigo de la familia que se había hecho la cabeza de la tierra del Sol.
Era verdaderamente delicioso, encantador y de un gusto tan seguro que cuando llegó el Presidente con una suntuosa cabeza de huevo de Colon llegò el delirio.

“Era simple, pero hay”, dice al Presidente revelando su servilleta y ante tanta malicia y simplicidad las huéspedes no pudo controlar su emoción; a través de ojos encajonados de cocodrilo un gran industrial pega verdaderas lágrimas de alegría, un más pequeño mordizco a la tabla, bonitas mujeres se frotan los senos muy suavemente y el almirante, llevado por su entusiasmo, bebe su copa de Champaña por lo malo de la parte, cruje el pie de la copa y, el intestino perforado, puesto de pie, tachonado al carril de su silla gritando: “Los niños en primer lugar.”

Extraña casualidad, la mujer del naufragio, sobre los consejos de su buena, la mañana misma, se había hecho una asombrosa cabeza de viuda de guerra, con dos grandes pliegues de amargura de cada lado de la boca, y dos pequeñas bolsas de dolor, grises bajo los ojos azules.

Hechado sobre su silla, desafía el Presidente y anuncia a grandes gritos la asignación militar y el derecho a llevar sobre su vestido de noche el sextante del difunto en aspa.

Un poco calmada deja a continuación su mirada de sola mujer errar sobre la mesa y que ve entre los entremeses redes de arenques, ella toma machinalement sanglotant, luego reanuda, pensando a almirante que no comía así a menudo sonido vivo y que con todo los gustaba tanto. Alto. Es el jefe de protocolo que dice que es necesario dejar de comer, ya que el Presidente va a hablar.

El Presidente se levantó, rompió la cumbre de su cáscara con su cuchillo para para tener menos caliente, un pequeño conjunto poco menos caliente.

Habla y el silencio es tal que se entienden a las moscas volar y que se los entiende así distintamente volar que no se entiende más al Presidente hablar, y es bien deplorable porque habla de las moscas, precisamente, y de su innegable utilidad en todos los ámbitos y en el ámbito colonial en particular.
“… ya que sin las moscas, no hay caza-mosca, sin caza-moscas no hay Dey de Argel, no hay cónsul… no afrenta que debe vengarse (11), no olivares, no Argelia, no grandes calores, señores, y los grandes calores, es la salud de los viajeros, por otra parte… “

Pero cuando las moscas se aburren ellas se mueren, y todas estas historias de antes, todas estas estadísticas por las que se los llena de una profunda tristeza, comienzan por liberar una pierna del límite máximo, luego otro, y caen como moscas, en las bases… sobre las pecheras, muertas como dice la canción.


“La más noble conquista del hombre, es el caballo, dicho el Presidente, y si sólo permanece uno, seré aquél. “
Es el final del discurso; como una naranja dañada lanzada muy muy contra una pared por un niño mal elevado, la MARSELLESA estalla y todos los espectadores, salpicados por el verde grisáceo y los cobres, se elaboran congestionados, borrachos de Historia de Francia y Pontet-Canet (12).

Todos están de pie, excepto el hombre a cabeza de Salmonete de Lisle que cree que sucedió y que encuentra que después de todo esto así mal no se realiza y luego, poco a poco, la música se calmó y la madre a cabeza de muerta aprovechó para empujar a su pequeña hija cabeza de huérfana del lado del Presidente.


Las flores a la mano, el niño comienzan su cumplido “el Sr. Presidente… “pero la emoción, el calor, las moscas, aquí que escalona y que cae la cara en las flores, los dientes apretados como un esquileo.

El hombre a cabeza de braguero y el hombre a cabeza de phlegmon se precipitan, y se retira el pequeño, autopsiée y rechazada por su madre, que, encontrando sobre el cuaderno de baile del niño de los dibujos obscenos como no se ve a menudo, no se atreve a no pensar que es el diplomático amigo de la familia y de los que depende la situación del padre que se divirtió así ligeramente.

Ocultando el cuaderno en su vestido, se pincha el seno con el pequeño lápiz blanco y empuja un largo aullido, y su dolor hace dolor que debe verse a los que piensan que indudablemente aquí bien allí el dolor de una madre que acaba de perder a su niño.

Orgullosa se mira, se deja ir, se deja escuchar, gime, canta

¡“Dónde pues es mi pequeña amada hija, dónde pues es mi pequeña Barbara que daba hierba a los conejos y conejos a los cobras! “
Pero el Presidente, que seguramente no es a su primer niño perdido, hace una señal de la mano y la fiesta continua.

Y los que habían venido para vender carbón y trigo venden carbón y trigo y grandes islas rodeadas de agua de todos los lados, de grandes islas con árboles a neumáticos y pianos metálicos bien estilos para que no se entiendan demasiado los gritos de los indígenas en torno a las plantaciones cuando los colonos graciosos intentan después de cenar su carabina a repetición (13).

Un pájaro sobre el hombro, otro en el fondo de los pantalones para hacerlo asar tarde , el pájaro, un poco más a la casa, los poetas van y vienen en todos los salones.

“Esto, se dice uno ellos, realmente muy exitoso”, pero en una nube de magnesio toma al jefe de protocolo en obvio delito, removiendo una taza de chocolate congelado con una cuchara a café.
“No hay cuchara especial para el helado de chocolate, es absurdo, dicho el prefecto, se se habría debido pensar, el dentista tiene bien su fórceps, el papel su corte-papel y los rábanos rosados sus raviers. “

Pero repentinamente de temblarlo todos ya que un hombre con una cabeza de hombre entró, un hombre quien nadie había invitado y que coloca suavemente sobre la mesa la cabeza de Luis XVI en una cesta.


Es de verdad el gran horror, los dientes, los ancianos y las puertas crujen de miedo.

“Se nos pierde, descabezamos a un cerrajero”, gritamos deslizando sobre la cuesta de escalera los burgueses de Calais en su camisa gris como el cabo Gris-Nariz.

El gran horror, el tumulto, el malestar, el final de las judías, el estado de sitio y afuera en gran comportamiento las manos negras bajo los guantes blancos, el centinela que ve en los arroyos de la sangre y sobre su túnica a un chinche piensan que eso va mal y que es necesario irse si es aún tiempo.
“Habría querido, dicho el hombre sonréiendo, aportarles también los restos de la familia imperial que descansa, parezco, a la bodeguilla Caucasiana (14) rue Pigalle, pero los Cosacos que lloran, bailan y venden a beber velan envidiosamente sus muertes.

“No se puede todo tener, no soy Ruy Blas (15), no soy Cagliostro (16), no tengo la bola de vidrio, no tengo el marc del café . No tengo la barba en guata de los que profetizan. Me gusta mucho reir en sociedad, hablo aquí para los grabataires, yo monólogo para los descargadores, yo gramófono para el espléndidos idiotas de los bulevares exteriores y es totalmente por casualidad si les visito en su pequeño interior.

“Primero que dice: “Y tu hermana”, es un hombre muerto. Dicha nadie el, él erróneamente, era para reir.
“Es necesario bien reir un poco y si quieran, les llevaría visitar la ciudad pero tienen miedo de los viajes, saben lo que saben y que la Vuelta de Pisa es inclinada y que el vértigo les toma cuando osles inclinan os también a la terraza de los cafés.
“Y con todo bien se habrían divertido, como el Presidente cuando desciende en la mina, como Rodolphe al alfombra-franco cuando va a ver al chourineur (17) como cuando eran niño y que se les llevaba al jardín de las Plantas ver el grande tamanoir.
“Habrían podido ver los truhanes sin tribunal de los milagros, el leprosos sin cliquette y se defiende a los hombres sin camisa dormidos sobre los bancos, dormidos para un momento, ya que esto de permanecer allí un poco mucho tiempo.
“Habrían visto a los hombres en los albergues hacer la señal de la cruz para para tener una cama, y a las familias de ocho niños “que anidan a ocho en una habitación " y si tenían• verano sabios habrían tenido la oportunidad y el placer de ver al padre que se levanta porque tiene su crisis, la madre quien meurt suavemente sobre su último niño, el resto de la familia que se huye corriendo y que para escaparse a su miseria intenta vaciarse un camino en la sangre.
“Es necesario ver, les dice, es pasionante, es necesario ver a la hora dónde el buen Pasteur conduce a sus ovejas a la Villette, a la hora en que los hijos de familia lanzan con un ruido suave su gourme sobre la acera, a la hora en que los niños que se aburren cambian de cama en su dormitorio, es necesario ver al hombre dormido en su cama plegable a la hora dónde su despertador va a sonar.
“Observe el, escucha el roncar, soña, él soña que va de viaje, soña que todo va bien, soña que tiene una esquina, pero la aguja del despertador encuentra la del tren y el hombre aumentado hunde la cabeza en el lavabo de agua congelado si es el invierno, fétido si es el verano.
“Observe el enviarse, beber su café-crema, entrar a la fábrica, trabajar, pero no se despierta aún, el despertador no sonó bastante muy, el café no era bastante fuerte, soña aún, soña que está en viaje, soña que tiene una esquina, se inclina por la puerta y cae en un jardín, cae en un cementerio, se despierta y grita como un animal, dos dedos le falta, la máquina lo mordió, no estaba allí para soñar y como piensan eso debía llegar.
“Piensan incluso que eso no llega a menudo y que una golondrina no hace la primavera, ustedes piensan que un terremoto en Nueva Guinea no impide la vid empujar en Francia, los quesos de hacerse y la tierra de volver.
“Sino no les pedí pensar; no se me no sorprendió les he dicho observar, escuchar, para acostumbrarustedes, de proponerse agrietar sus billares el día en que los verdaderos elefantes vendrán a reanudar su marfil.
“Ya que esta cabeza así poco viva que remueven bajo el cartón muerto, esta cabeza pálida bajo el cartón divertido, esta cabeza con todas sus arrugas, todas sus grimaces informadas, un día lo sacud con un aire destinado del tronco y cuando caerá en el serrín no dirán ni sí ni no.
“Y si no es les será algunos de los suyos, ya que conocen las fábulas con sus pastores y sus perros, y no es la vajilla cerebral que les falta.
“Bromeé, pero saben, como dice otro, nada bastan a cambiar el curso de las cosas. Un poco de fulmicotón en la oreja de un monarca enfermo y el monarca estalla. La reina lleva a cabo a su cabecera. No hay cabecera. No hay más de palacios. Todo es más bien ruina y luto (18). La reina siente su razón hundirse. Para reconfortarlo, un desconocido con una buena sonrisa, le da el mal café. La reina toma, la reina en meurt y los criados se clavan etiquetas sobre los equipajes de los niños. El hombre a la buena sonrisa vuelve de nuevo, abre el más grande portaequipajes, empuja a los pequeños príncipes dentro, pone el candado al portaequipajes, el portaequipajes a la consigna y se retira frotándose las manos.
“Y cuando digo, el Sr. Presidente, Señoras, Señores: “el Rey, la Reina, los pequeños príncipes”, es para envolver las cosas, ya que no se pueden razonablemente echar la culpa a los régicides que no tienen rey bajo la mano, si ejercen a veces sus subvenciones en su ambiente inmediato.
“Especialmente entre los que piensan que un punado de arroz basta a alimentar toda una familia de Chino durante por muchos años.
“Entre las que ricanent en las exposiciones porque una mujer negra lleva en su espalda a un niño negro y que llevan desde seis o siete meses en su vientre blanco un niño blanco y muerte.
“Entre las treinta mil de personas razonables compuestas de un alma y de un cuerpo, que enmarañó el Seis de Marzo en Bruselas, música militar en cabeza, delante del elevado monumento al Paloma-Soldado (19) y entre las que enmarañarán mañana a Brive-la-Gaillarde, a Rosa-la-Rose o a Carpa -la Judía (20) delante del monumento del joven y de ternero marino que fallece a la guerra como todo un cada uno. “
Pero una garrafa lanzada con mucho por un colombófilo indignado afecta en pleno frente al hombre que decía cómo le gustaba reir. Cae, se venga a la Paloma-Soldado. Los encajonados oficiales aplastan la cabeza del hombre a patadas y la joven muchacha que empapa en acordar el final de su sombrilla en la sangre (21) estalla de una pequeña risa encantadora, la música reanuda.
La cabeza del hombre es roja como un tomate demasiado rojo, al cabo de un nervio un ojo cuelga, pero sobre la cara demolida, el ojo vivo, la izquierda, brilla como una linterna sobre ruinas.
“Llévese el ", dice el Presidente, y el hombre dormido sobre un ensanchador y la cara ocultada por un peregrino de agente suerte del Elíseo horizontalmente, un hombre detrás él, otro delante.
“Es necesario bien reir un poco”, dice al centinela y el centinela lo observa pasar con esta mirada fija que tienen a veces vividores delante de lo malos.
Recortada en la cortina de hierro de la farmacia una estrella de luz brilla y como Reyes Magos en mal de niño Jesús, los ayudantes de carnicería, los negociantes de edredones (22) y todos los hombres de buen corazón comtemplan la estrella que les dice que el hombre está dentro, que totalmente no se murió, que se está quizá ocupando ella y todos esperan que salió con la esperanza de acabarlo.
Esperan, y pronto, a cuatro piernas debido a la demasiado pequeña apertura de la cortina de hierro, al juez de instrucción penetrado en la tienda, el farmacéutico observó la ayuda y le muestra el hombre muerto, la cabeza apoyada en el pesar-bebé.
Lo juzga y se pregunta, y el farmacéutico observa al juez preguntarse si no es el mismo hombre que lanzó confettis sobre el coche fúnebre del mariscal y que antes, colocó la máquina infernal sobre el camino del pequeño cabo (23).
Y luego hablan de sus pequeños asuntos, sus niños, sus bronquios; amanece, se extraen las cortinas en el Presidente.
Exterior, es la primavera, los animales, las flores, en las maderas de Clamart se entienden los clamores de los niños que marrent, es la primavera, la aguja se desconecta en su brújula, el binocard entra al bocarte (24) y el grande dolichocéphale sobre su sofá se baja y hace a la loca.
Hace calor. Enamorados los fósforos rescoldos vautrent sobre su cepillo, es la primavera, el acné de los colegiales y he aquí la muchacha del sultán y el domador de mandragoras, he aquí los pelícanos, las flores sobre los balcones, he aquí las regaderas, es la bonita temporada.



El sol brilla para todo el mundo, no brilla en las prisiones, no brilla para los que trabajan en la mina,
los que escalan al pescado
los que comen la mala carne
los que fabrican las horquillas
los que soplan vacíos las botellas que otros beberán llenas
los que cortan el pan con su cuchillo los que pasan sus vacaciones en las fábricas los que no saben lo que es necesario decir
los que tratan a las vacas y no beben la leche aquéllos que no se duermen en el dentista los que escupen sus pulmones en el metro
los que fabrican en las bodegas las Plumas con las cuales otros escribirán al aire libre que todo va para mejor
los que tienen demasiado que decir para poder decirlo los que tienen trabajo
los que no tienen lo que buscan
los que no buscan
los que dan a beber a los caballos los que observan a su perro morir
los que tienen el pan diario relativamente semanal
los que el invierno se calientan en las iglesias los que el suizo envía calentarse afuera el que se estanca
los que querrían comer para vivir los que viajan bajo las ruedas los que observan el Sena pasar
aquéllos que se comprometen, que se agradecen, que se aumentan, que se disminuyen, que se dirigen, que se excavan, que se pegan
los cuyas huellas se toman
aquéllos que se hacen sacar de las filas al azar y que se tiran aquéllos que se hacen enmarañar delante del arco los que no saben tenerse en todo el mundo
los que nunca han visto el mar
los que sienten el lino porque trabajan el lino los que no tienen el agua potable los que se dedican en el azul horizonte
los que lanzan la sal sobre la nieve pero con un salario absolutamente ridículo
los que envejecen más rápidamente que otros
los que no se bajaron para recoger el alfiler los que estallan de problemas el domingo por la tarde porque ven venir el lunes y el martes, y el miércoles, y el jueves, y el viernes, y el sábado y el domingo por la tarde .

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