miércoles, 30 de marzo de 2011

CUENTOS DE BARRIO- LA TRAVESURA DEL MASTER EN FINANZAS




Miró de reojo el reloj en la pared y pudo comprobar que ya las niñas no estaban, pues por ser domingo era viaje oficial y obligado: la misa dominical de 9, en la Iglesia María Auxiliadora (Don Rúa).

Pudo sobreponerse y se dio cuenta que se había quedado en el sofá de la sala, la cual lucia clara y pulcra como siempre, solo lo contrastaba su figura recostada en el sofá con las ropas y zapatos del día anterior.

Bueno, pensó, menos mal las niñas no me sintieron llegar y al no estar en la casa, me da tiempo de bañarme, arreglarme e ir a almorzar al puerto, para quitarme el malestar de la bebedera de anoche.



Como pudo se levantó y se dirigió a la cochera a comprobar las condiciones de su carro, el cual se lo habían entregado la semana pasada; el primer carro de agencia, cero kilómetros, una camioneta todo terreno, que podía pagar a plazos, con el aumento de sueldo anunciado en la transnacional donde laborada desde hace varios años y que le permitía vivir cómodamente y disfrutar de las prebendas que goza la clase media, de la ciudad de las colinas.



Como descubrimiento de un palimpsesto empezó a recordar la tarde anterior. La emoción que al fin ganaba su equipo: el blanco, el aristócrata, el real, por un momento volvió a experimentar la satisfacción de ganar, pero sobretodo la inmensa felicidad de ver abochornados y callados a todos los compañeros de trabajo que tanto lo molestaban por ser el único del equipo blanco, pero esa tarde, esa divina tarde habían logrado ganar al otro equipo de multitudes de la gran liga internacional de fútbol, en los campeonatos tan precisos y convenientes para que todos los fines de semana y principalmente los días de pago, hayan partidos, que muevan millones de fanáticos y que consuman cantidades industriales de guaro y cerveza.



También, recordó que la euforia era tanta, que empezó a consumir cerveza de una forma no acostumbrada, que se fué quedando solo, y después que su último compañero se despidió, buscó en otras mesas a bebedores para continuar comentando las hazañas y los goles que habían posibilitado el triunfo de su equipo….

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A esa misma hora, se desarrollaba otro incidente en otra parte: sobre la 7 avenida y 27 calle, en una esquina, la Martha, una prostituta, recriminaba a otra acerca de lo acontecido la noche anterior.

- Ud. Ya la caga Claudia, ya le habían dicho que así no se podía.

A lo que la otra respondía:

- Puta ¡Ud. De que se queja, si ya le regale 20 varos y le di a la Sofía para que comprara dos piedras, mire!, allá viene bien tocada ya.



Martha es una chalateca gordita, blanca y rubia, su figura es inversamente proporcional a su voz que se oye como de niño de 6 años. Tiene dos años de conseguir en esa zona, se había venido del norte del país de 17 años, a servir a casa, salió embarazada, de alguien que sólo ella sabe y ya con el niño, no tuvo otra alternativa de laborar como prostituta, después de sufrir la explotación en una maquila de San Marcos, donde además de trabajar jornadas extenuantes, no ganaba suficiente para mantenerse junto con su hijo.

Además las acompañaba, Sofía una mujer, sucia, maltrecha, perdida por la drogadicción que en su momento también se dedicaba al oficio, pero de meses para acá había caído en la profundidad del mundo del cráck.

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Siguió hilvanando sus pensamientos y se acordó que después de cerrar la cervecería en la zona rosa, en lugar de manejar al occidente de la ciudad y producto de la borrachera, se dirigió al barrio donde se había criado, al oriente, al barrio san miguelito.

Aun cuando estaba muy pequeño cuando lo abandonó, siempre dentro de su mente, resonaban las hazañas y pasaditas que contaba su papá cuando estaba con sus amigos departiendo.



En medio de confusión y pensamientos nebulosos, se acordó de andar buscando prostitutas y se veía parando en las esquinas, en donde abundaban travestis y prostitutas. Más o menos se fue acordando de una parada, dos…. Se vió en medio de un cuartucho de pensión, sentimientos profundos, llantos, ruegos, bueno… Gracias a Dios que vine tranquilo y el carro no tiene ningún raspón.

- A qué horas vendrá mi esposa con las niñas..ya van a ser las nueve…



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- Ya les dije que no tengo la culpa, el muchacho me rogaba, se justificaba Claudia Yamilet.

Claudia Yamileth, es una joven de aproximadamente 19 años, extremadamente delgada, hija de una pareja de drogadictos que populaban por el campamente 3 de mayo de viviendas marginales, cercanos al barrio san miguelito. Su padre desapareció en circunstancias no aclaradas y su mama, pereció producto de el consumo de materiales industriales, que terminaron dañando su sistema respiratorio, era una huele pega. Ella se quedo con la abuela y como pudo se crio, nunca fue a la escuela y al arribar a la adolescencia no tuvo más alternativa que dedicarse al trabajo más antiguo para llevar de comer a su abuela y demás sobrinos y hermanos que vivían con ella en una maltrecha champa dentro de la zona en vías de desarrollo como gustan llamarle sus habitantes.



Producto de la ignorancia, la pobreza, pero sobretodo su inmadurez, en corto tiempo se fue metiendo en ese mundo obscuro, en donde se mezcla la droga, el sexo y el desenfreno de todo tipo, con la fatal consecuencia que hacía 6 meses le habían diagnosticado el VIH, es una forma tan agresiva que perdía peso casi por minuto, dando una imagen anoréxica y de fatal desenlace.

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Finalmente, la Martha le dijo:

- Mirá allá viene la Esther, esa te va a dar verga!!

La Sofía la afligió más, con la frase en medio de la locura de la droga.

- Alla, viene la Esther, Alla viene la Esther , jijijijiji……



Esther era una mujer de aproximadamente 35 años, sus líneas del rostro denotaban una belleza natural, que solo la opacaban las líneas de sus ojos, que decían y manifestaban una vida llena de emociones, tragedias y violencia. Su casi perfecta dentadura denotaba una forma de vida, alimentación y educación tipo acomodada. Era la líder natural de las prostitutas de esa esquina, se decía que su familia era rica, pero nunca hablaba de ella, también se decía, se había enamorado de un muchacho humilde, cuando estudiaba en la universidad, estudios que nunca finalizó, pues se metieron en las organizaciones, con el triste desenlace que combinaron las drogas con la militancia y el marido se perdió en un océano de alcohol y todo tipo de drogas, llevándola sin ningún miramiento a obligarla a vender su cuerpo para pagar sus adicciones. No tuvo hijos, pero se quedó consiguiendo por costumbre y por el orgullo de no volver a su casa. Sin embargo, tenía una clientela selecta, pues su cultura, le permitía abordar cualquier tema de conversación, además cualidades propias de su profesión le permitían vivir con ciertas comodidades y holgura dentro de las circunstancias.



- Por la gran puta!, le increpó Esther, ya te había dicho que si conseguías por acá, tenías que usar preservativo, obligar al cliente, no ves que te podes cagar en una familia, semejante cerota.

- Vos sí que sos bruta, imagínate!, te lo he dicho y repetido, mira, está bien que hagas tus salidas, pero que usen esa mierda.



La Sofía reía alucinada, con esa mirada perdida que produce la ingesta consuetudinaria de crack o piedra como se le conoce a la mezcla de cocaína con bicarbonato, que es sumamente tóxica y dañina para el cerebro, además con el último toque de crack que acababa de consumir, estaba completamente desvariada, y cuando la callaba Esther, se ponía temerosa y callada.



Mientras, Claudia Yamilet, bajaba la cabeza y decía a media voz:



- “mira Esther, si el muchacho me lloraba que quería hacerlo así nomas, que su esposa era bien gorda, y que soñaba hacerlo con una mujer delgada, yo no le hacía caso hasta que se empezó a sacar solo billetes de 20 y me dio 5. De allí me pedía hincado y llorando que lo hiciéramos así nomas.”.



- Perdóname, pero solo fue un ratito, él no se quiso poner el condón y yo le decía que le iba a decir a chepe (pensionero), pero él me decía que me callara que mi iba a dar más pisto.

Esta y otras excusas acerca de que se habían alivianado con los dólares, justificaba la putita, frente a Esther, la cual no dejaba de gritarle, ofenderla y amenazarla.

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Al mismo tiempo y a pocos metros, una señora con dos niñas apresuraba el paso hacia la capilla Don Rúa, para que ellas no vieran el cuadro de las putas discutiendo, sin pensar que dentro de poco ella a través de su marido, estaría hermanada de sangre con Claudia Yamileth.

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