viernes, 16 de noviembre de 2012

RITORNO AL MIO QUARTIERE



 
A la dereeee!!!, de frente mar……gritó el sargento y la pequeña columna enfiló hacia el sur en una mañana calurosa como todas las migueleñas.

Marchaban sobre la acera, esa misma que recorrian solo días atrás con otros propósitos, esa mañana caminaban sueltos desacostumbrados a la ropa de civil, discordando en medio de pantalones acampanados las pelonas de los cuatro, caminaban entre alegres y ansiosos diferente que cuando salían con licencia. Esta sería la última vez que pasarían sobre esa calzada, al borde derecho las glorietas donde domingo a domingo los familiares con viandas de comida y toda clase de confituras, compartían en las  visitas a los reclutas y demás muchachos que estaban de alta en la brigada, la tercera de infantería.

Iban en orden de antigüedad, primero caminaba machuca, el cabo especialista en criptografía que había llegado confundido y engañado, luego caminaba el valiente y justo Mario bachiller, seguido por  Manuel “calambrina”, Funes, oriundo de Moncagua, con el sueño de viajar al norte y finalmente Aparicio, que había llegado del hospicio donde había pasado desde su nacimiento hasta cumplir los 18 y que luego fuera trasladado al cuartel.  Cuatro vidas que habían convivido los últimos años, en medio de tristezas, alegrías, sustos, emergencias y toda clase de aventuras. Al llegar a la entrada de la brigada todos tomaron rumbos distintos, presagiando nunca volver a encontrarse.

El bus 301 recorria desde oriente a la capital, haciendo las paradas y ventas de rigor: en villa el triunfo, los totopostes, en Lempa la pescada frita, en  San Vicente la carne de cerdo (con sospecha ser de chucho) cruzada por un negro azadón, servido con tortilla tostada y gotas de limón…. Mientras el cerebro golpeaba..

Llegando a Molinos de El Salvador y luego a la terminal, enfiló a pie hacia su morada, su barrio, querido y amigo, hacia su casa.

Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.

El barrio lucía igual como lo había dejado tres años antes, las luces del parque: sombrías, tristes, confidentes, cómplices de picardías y juegos furtivos de amor. Los niños jugaban ladrón librado y los jóvenes rebotaban pelotas en la cancha de básquet. 

Nadie se percataba de su regreso.

 Quiso reconocer a alguno pero tres años era una eternidad, quizás lo cipotes eran hoy adolecentes y los adolescentes eran jóvenes adultos.

Unicamente, el conacaste siempre vigilante, le vió y en su mente sintió su saludo "hola cabroncito!, a ver si ahora te llevas mis semilla y me dejas tus cuadernos", haciendo referencia a la pasada de hace años, de llenar el bolsón de orejas de conacaste y dejar los útiles escolares a la sombra del palo, cuando tenía 9 años. Recordó la soberana cachumbiada que recibió.

Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor.
El foco de la esquina con su sombrerito metálico todavía alumbraba la cuadra, el cinelandia anunciaba las películas europeas que a pocos interesaban, un par de cipotes desconocidos cuidando carros, igual la casa de mantequita, Kiko, la casa de paco y el palo de mango, contiguo al bar Jiboa que igual que antes no tenía ninguna luz que alumbrara el viejo anuncio de “Águila Blanca licor fino”.

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve
al primer amor.
Los retornos son dolorosos, igual que otros y otros igual que él, Ya no eran los mismos, la madurez forzada por el carburo de la vida dura, escaza y pobre, en medio del conflicto social que presagiaban las circunstancias: la intriga comunista, la lucha social, el mundo de las drogas y el universo del sexo, contaminaban el ambiente del barrio. 
Atrás quedaban y se distanciaban frenéticamente las noches de luna en el parque, llenos de quietud, alegría, jodarrias y tertulias. 
Ahora tenia 18 años, se consideraba un hombre, ahora la vida se le presentaba como un reto, como una película de esas que tanto disfrutaba en los matinés dominicales hace apenas un instante de vida, tan cercano y tan lejano.
La vieja calle
donde me cobijo
tuya es su vida
tuyo es su querer.
De reojo cuando entraba por el zaguán del meson San Jorge pudo visualizar el pasaje Vilanova su gran amigo de niñez y preadolecencia. Ese pasaje que mudo, marcó su vida desde que sobre él se deleitaba sobre su triciclo y sus patines. La casa de las viejitas, la radio vanguardia.
Ese que transitó tantas veces del brazo de su mamá y que le traía tan buenos recuerdos.

Entro al zaguán cuya puerta de madera había sido cambiada por otra más robusta, que según supo después el bigotes lo había botado a patadas, el callejón lucía igual al que caminó cuando una madrugada había decidido ir a "CONOCER MUNDO" y encontrar su rumbo. 



Bajo el burlón
mirar de las estrellas
que con indiferencia
hoy me ven volver.
La niña Paca  la mesonera, lo recibía con emoción y un abrazo, mientras su hija, hace tres años una niña, ahora una señorita, miraba de reojo la escena, tratando de ubicar aquel joven que aparecía un día cualquiera y que era saludado tan alegremente por su nana. Las puertas cerradas de los otros cuartos describian que nadie se percataba de su regreso.

Su mamá le había dejado la llave del candado con la niña Paca, a lo que procedió a caminar hacia la habitación.  

La puerta del cuarto de mesón se abrió y apenas pudo colocar la bolsa con las tres mudadas que le acompañaban, cuando cayó sobre la única cama, rendido en un sueño reparador, sueño maravilloso, sueño profético de una esperanza de una vida plena, una vida pletórica de emociones y todo tipo de aventuras.


Había vuelto.
SIN MIEDO AL FUTURO Y A ENFRENTAR LA VIDA.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto!!! ;)

Unknown dijo...

Me encanto!!!

Memo dijo...

Los del barrio nos dimos cuenta de tu ausencia, pero nunca supimos el porque. Talvez, algun dia, nos cuentes el motivo.

Muchas cosas pasaron en el barrio en esos tres anios. Y muchas mas han pasado en estos mas de cuarenta anios de tu regreso al barrio... y el conacaste sigue alli, esperandonos a todos.

El otro anio te caigo por alli sin falta, despues de Semana Santa.

Memo.

Dr Love dijo...

Me gozo del contenido humano de estos testimonios de vida, me alumbran, interrogan, confirman,y alientan a nuevos conpromisos por mis semejantes!Y la vecindad o hermandad dl Centenario me recuerda que debemos mantener nuestra "Antorcha de vida", lo mas encendidad para dejarsela a otros, que aran lo mismo!