Nosotros
los noctámbulos, nos sentimos cómodos recorrer las calles de nuestra aldea,
siempre hay un minúsculo miedito, por la sorpresa de un mañoso, con un poco
de mala suerte, acreedor de un asalto profesional, que te puede costar la vida.
Bien, así como lucen las calles del mi
barrio, mi barrio querido, donde dejé mi historia, en las aceras y calles donde
se tejieron los momentos de mi tiempo y espacio.
Bien valdría organizar caminatas por
esas partes interesantes, que sin el ruido y la aglomeración, se pueden disfrutar.
Siempre es una aventura y salen
a lucir las sorpresas inesperadas.
Ahora veo mi barrio bonito, algo
limpio, mi parque iluminado, ya callaron las cinqueras de los salones-burdeles
de alrededor, las muchachas enseñando las mercancías de valor, valor temporal,
para un momento de éxtasis, de sueño, de mentira.
Uno que otro camina
desorientado, pero me paro a disfrutar de mis calles, cada cuadra, y cada
ladrillo del parque guarda un recuerdo, y el recuerdo es la marca que dejará mi
existencia hasta que me vaya a otro barrio, y me toque entregar el equipo.
Por ahora este es el mío, con
todos los personajes extraños que compartieron mi existencia, mis ruegos, mis alegrías,
mis emociones, mis dudas.
Historias de todo tipo: alegres,
tristes, bochornosas, algunas que ni recordar quiero y me reconforta el
contexto en que se dieron.
Solo o acompañado, cada ventana
y cada puerta de mi barrio, me transporta a una idea, un convivio una mueca, un
ademán, un guiño de la vida.
No queda más que disfrutar la
melancolía del tiempo que se fue, de seres que nos dejaron antes.
Un extraño sortilegio, aquí me
siento inmortal, siento distante el miedo a la muerte, quizás porque cada acera
está impregnada de mi esencia, me siento campeón, campeón del barrio, paso por la noches por la calle y me paro frente a la puerta del mesón, me veo acompañado de mis amigos, recuerdos que tomas vida en cada puerta, las puertas del infinito, en mi mente corroida por los años que las neuronas guardaron en impulsos esas sensasiones visuales, auditivas, sensoriales.
Juego con mi mente y sueño que
al salirme un asaltante, le voy a perdonar su impertinencia, por querer
amedrentar al jefe. (Claro!, luego aparece pepe grillo - la conciencia- y me dice:
no seas pendejo andá acóstate y no sigas jugando con tu suerte.)
Aquí no siento el temor del mañana, pues no existía, solo
los retos y desafíos de la simplicidad del ser, la nauseabunda naturaleza de
comer y cagar, además de fornicar
.
La siembra de valores,
la evasión de los temores, escondidos en plantes, posturas hipócritas,
altanerías, gritos, burlas, suspiros, amistad, amor.
Ese primer amor, el amor platónico, de mentiritas, con los
anhelos de lo inexplorado, la vaguedad de la primera amontonada, recostados en
el poste de luz.
La primera ida donde las putas, las muchachas alegres de la
avenida, la 24, la calle Celis, sobresaltos valientes, divagaciones, imágenes,
cuentos de barrio, de barro, de burros.
Mi amor a las calles de mi barrio, a mi parque, a mis aceras
a esos cuartos obscuros, diletantes de pesar pero llenos de vida y de
esperanza, de alegrías, de constancia ante la vida y la muerte.
Tepica, los velorios, las fiestas, bailes con la billos, la
música de enrique guzman, los Beatles, los matines del cinelanda, las tuzadas
del tropinaca, las películas de rocio durcal, en el Central, las paletas
estrella polar, la sorbelandia, la mota, los culeros, la cerveza del Golden fish,
el conquien, el sietillo, la basiga, burro, chucho, las damas, los trompos ,
capiruchos, el chacalele, las piscuchas, chibbolas compradas en los chinos, la yorta,capiruchos
de carretones, tropons de palo de guayabo, el ladron librado, mica, uno, dos,
tres, para mi y para todos., el pecado, la dama china, los paquines, los
diarios de domingo, los estrenos, los patines sunchine, los unión torrinton, la
super k, la pelota de trapo, tiros de a cinco, parejas……la larga armada.
Todo envuelto en una mágica ventana de fuga de la realidad, esa que siempre he querido evadir, pero que como perro en celo, me sigue por mi olor, olor a barrio, a orines impregnados en las fisuras de mi alma.
Murmullo, cascada, tumulto de emociones que demuestran lo
que somos, lo que somos no más, no valen reencarnaciones, ni nacidos de nuevo, ni
budismo, ni comunismo, somos el efecto de un polvo bien puesto.
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