sábado, 16 de mayo de 2015

LOS INVISIBLES SIN NOMBRE






Dos jóvenes que no fueron identificados fueron asesinados ayer en la 8. ª Avenida norte de San Salvador. Según la versión policial, hombres armados y a bordo de un vehículo pasaron disparando. Una persona más que transitaba en la zona resultó lesionada, agregó la PNC.

Algunos comerciantes dijeron que los dos jóvenes, de 15 años, se dedicaban a vender agua embolsada y dulces durante el día. Según indicaron fuentes policiales, durante los fines de semana estudiaban en el Centro Escolar Joaquín Rodezno.

A la escena no llegaron familiares que pudieran precisar los nombres de los dos jóvenes. Los comerciantes dijeron que era porque los dos eran huérfanos y que trabajaban para pagar un cuarto en un mesón, pagar sus estudios y salir adelante. Sin embargo, la PNC vinculó a los dos jóvenes como miembros de una pandilla que opera en el sector. (La Prensa Gráfica)

Dos supuestos pandilleros, menores de edad,  entre los 15 y 17 años, no identificados, fueron abatidos a balazos, desde un vehículo en marcha.
El doble crimen ocurrió cerca de las 10:00 a.m. sobre la 8ª avenida Norte, entre la 9ª y 11ª calle Oriente, en las inmediaciones de la alcaldía de San Salvador.
Otra versión apunta que varios sujetos les perseguían desde el parque Centenario, y cuando les dieron alcance les dispararon a quemarropa frente a una cafetería.
Los menores quedaron tirados sobre la acera, donde recibieron primeros auxilios por Comandos de Salvamento pero murieron a consecuencia de la gravedad de las lesiones.
Otra versión señala que los supuestos pandilleros andaban cobrando “renta”, cuando les quitaron la vida. Supuestamente residían en el sector de la Plazuela Ayala, dijo la policía.
En esa zona ocurren asaltos a personas y establecimientos y que no se descartaba que ambas víctimas delinquían en esa zona de la capital, según la versión policial (EL MUNDO).

No importa, su nombre, su edad, sus padres, su procedencia, no importa, no importa….juan y José, francisco, paco, Toño, no importa, el hecho es que murieron bajo las balas, en este torbellino de violencia que no descansa, no se detiene esa sed de muerte y tragedia.

Lo que hace remarcable esta nota, es que el hecho ocurrió en mi barrio, no es que en el barrio sea un caso aislado, si mi memora no me falla, este año ya se quebraron a uno que decían era chapín allí al final de la 12 avenida (la punta del este), también a un dueño de un salón que queda donde estaba la Farmacia Salamanca, ahora un bullicioso burdel, además allí también secuestraron a un par de cuilios, se salvaron de milagro. Mi parque Centenario, acosado por las pandillas,  de jóvenes de las comunidades aledañas, la plazuela Ayala, la garita, la Iberia, la Isla, la Avenida, el tineti.

En fin, como casi en todos los barrios de la capital, comemos diariamente con la violencia, esa de los pobres, en donde se mezclan el robo, la extorsión, la vendettas, tráfico de drogas, la lucha por territorios, etc. En esta pobrería de todo pasa.

Hombres y mujeres deambulan buscando el sustento diario para las familias, de una u otra forma, legal o ilegalmente, la tarea es sobrevivir, el barrio se llena de ladrones, prostitutas, comerciantes con artículos de dudosa procedencia, el mercado de la droga, droga de pobre, la piedra, mezcla de bicarbonatos con quimicos venenosos, sumamente adictiva, que en meses destroza mente, cuerpo y alma de la víctima, la cual es capaz de todo para conseguir su porción, en una conducta adictiva, compulsiva y criminal.

Este caso es doblemente trágico, caso triste de huérfanos en todo, estos dos cipotes tenían poco tiempo de vivir por allí, aparecieron de la nada, cuentan que se habían escapado de esos centros de detención para menores, que controla y administra el gobierno, donde llegan huérfanos, niños huele pega, se habían escapado, quizás producto del maltrato, la disciplina férrea, los golpes y abusos de los mayores, no se sabe, ni cuánto tiempo permanecieron en el Centro, quienes son sus padres, hermanos, apellidos, no se sabe, ni se sabrá, como aparecieron, ellos de apariencia sana aun desnutridos, baja estatura para su edad, pobres entre los pobres.  


Aparecieron de la nada y se fueron a refugiar a unos mesones que quedan sobre la 13 calle, la que es bordeada por el arenal, y que tiene una pasada para la col. El Bosque, esos mesones, por donde Vivian los Moreno, Pablito, René, ex compañeros de la Gamboa,  también donde terminaron sus días los Camiones Ceballos, Elmer y el temible “Carlos”, ambos hermanos del monito.

Allí una señora les alquilaba un cuartito por 40 dólares mensuales, según cuentan, los cipotes eran bien tranquilos, se dedicaban a vender dulces en el centro, todos los días, salían a sus quehaceres, Vivian juntos, con su miseria a cuestas, además estudiaban de noche en la Escuela Rodezno, y cuando podían hacían sus deberes y pedían ayuda a otras personas para que les ayudaran en sus tareas.

Por fin,  habían encontrado personas que los quisieran y muy diligentes, salían cotidianamente a ganarse sus alimentos y poder pagar el cuarto que les alquilaban, sus días pasaban con cierta tranquilidad, hasta jugaban y bromeaban con los vecinos, otros niños como ellos.

Pero, la calle es gambusina, no perdona, no se sabe y quizás es probable que en medio del accionar de las pandillas, tuvieran alguna actividad periférica, como de llevar algún teléfono a una futura víctima de extorsión, servir de “poste”, o cobrar “renta”, acciones en donde los jóvenes no tienen opciones, no se sabe, la desobediencia se paga con la vida y ella te enseña a ser malo, cruel, desalmado.

Si sobrevivís, te conviertes en un monstruo cruel y sanguinario, la vida de la selva urbana.  

Pobres seres indefensos, son explotados por toda clase de gentes violentas, enfermas, producto de una sociedad fracturada y degenerada, niños sometidos a los golpes, abusos sexuales, drogas, etc., donde es el pan de cada día, la muerte y la violencia.  

Y así ese día juntitos como siempre, fueron hermanados por la muerte, par de angelitos que solo vinieron a padecer, toda clase de atropellos, seres que su niñez fue truncada por la irresponsabilidad de los padres, por la dureza de un sistema que solo los encierra y por la violencia que se enseñorea en las calles.
Los mataron enfrente donde vivía chancleta, Mauricio, una calle que caminé tantas
veces, camino al instituto, luego camino a mi trabajo en la prensa.

Espero que descansen finalmente de una vida llena de dolor y sufrimiento, de una tristeza infinita, donde el vivir duele, nadie reclamó sus cuerpos, nadie sabía cuáles eran sus apellidos, ni su edad, ni nadie sabrá como terminarán sus cuerpecitos, ahora son solo fantasmas, una cifra, un caso policial de los miles que nadie recordará en pocos días.

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