lunes, 8 de julio de 2019

Toyota y los marihuanos




Era la época en que estaban ampliando la séptima calle Oriente que ahora es la Alameda Juan Pablo Segundo, la cual aparecía llena de hoyos para colocar la nueva tubería,  promontorios de tierra y material  para pavimentar.  
El tramo abarcaba lo que era la 16 Avenida hasta la 10ª. Enfrente donde los Siu,

Charli y el chino tenían ratos de no verse, pues ya cada quien vivía separado del barrio, uno en Apopa y otro en San Bartolo. Iniciando otra etapa de su vida, con responsabilidades de familia e hijos.

Se veían algo lejanos los momentos y tertulias cuando eran independientes y libres. 

Después de un caluroso saludo y  ardua tarea cada quien en la fábrica donde trabajaban para ganar su frijoles,  ya entrada la noche, una noche como cualquiera, serena, y con luna, como otras que acompañaron a tantos jóvenes, en medio de la barbarie de la guerra, en fin, decidieron ir a buscar a Juan lagarto para que les vendiera un par de esas cosas que se les pone un fósforo agarran fuego y se aspiran y que te hacen sentir bien cómodo, profético y filosófico;  había que llegar a darle fuego y buscaron allí por la Loma por donde vivía “el muerto”,  casi siempre se encontrában a un par de enamorados amontonándose,  llamaba la atención una muchacha bien bonita y jovencita que andaba con un joven poco mayor un chele baby face, que no era de la majada,  de entrada caía mal porque la niña no tenía más que 14 años y acostumbraban a juntarse en los recovecos de las casas de la loma, donde también eran frecuente encontrarse con otros broders, fumigando la esquina.

Viendo la imposibilidad de disfrutar de aquel par de cosas en una zona quieta y solitaria, decidieron caminar y encenderlos caminando por la 14 enfrente de la Mansión  buscando la séptima calle, obviamente, la llamarada, la humazón y el fuerte olor, despertaba cualquier sospecha.

Sin percatarse qué detrás de ellos venían dos hombres mayores y  cabalmente en la esquina donde la Juan Pablo cruza con la 12 avenida les gritaron que se detuvieran y sacaron unas pistolas las cuales se sintieron y observaron  que eran más largas que cualquiera, era porque ya el efecto de la amiga Juana había hecho de las suyas, se capta la escena como en cámara lenta, el individuo parado sobre un volcán de tierra, sacando el arma de su pantalón y el otro dando la seguridad a su espalda.

Parados en un promontorio de tierra, los dos con sendas chumpas de judicial y pelo recortado, pistola en mano, los pusieron “ticaman”, se identificaron como agentes de la SIC  y procedieron al registro personal (pantalón, camisa, ropa interior, zapatos, etc. )  para encontrar la prueba del delito, que debía consistir en una parte del rollito.

Poco acostumbrados a todos los procedimientos policiales, los susodichos,  no dejaron de afligirse y preocuparse por la casi certera posibilidad  de ir a dormir  unos cuantos días al Castillo Grayskull con la pena, ficha  y multa correspondiente sin embargo por más que registraron no encontraron dicha prueba y entre ellos- los cuilios-  se discutían: uno le decía al otro “yo los vi que venía fumando”, “yo los vi”, decía el otro mientras buscaba en el suelo polvoso, alumbrando con una lámpara alrededor.

Además el tufo, era inobjetable. ¿ dónde está? , ¿que la hicieron?, les  preguntaron a los jóvenes los cuales fingían demencia y entre lenguaje cortado por la pálida y la mota, se defendían afligidos, argumentando que andaban paseando. (en la noche y en calles solitarias), al ver la contundencia y decisión de los agentes, la “corrida” no era opción.

En todo caso, “mientras se averigua”, nos los llevamos amenazaron los oficiales, y procedieron a colocar los brazos en posición y poner las esposas, aquellos buscaban con sus pescuezos alargados, algún conocido o persona que pudiera auxiliarles, creyendo que la bulla o el escándalo, cambiaría la situación y evitaría el fondo tenebroso esperado, pero, por ser de noche, no aparecían ni los infaltables curiosos.

Toyota en aquel tiempo era el apodo de un joven moreno claro alto y un poco robusto al que se le recuerda como muy ameno y muy simpático,  se le veía frecuentemente en la cancha de basket con el pelón, Joe cocker, el peludo, etc.  y hasta donde se sabe vivía en la cuesta de la 12 avenida Norte o sobre la séptima; pues bien ese cipote era de los pequeños del parque centenario, apareció y se acercó curioso a la bulla de los dos policías y los dos bohemios, a lo que uno de ellos : El Chino le grito a que fuera hablarle a un amigo que él tenía y  cuyo nombre era Carlos Rivera Pino (QEPD),  esposo de la propietaria del colegio Unión 890, ubicado al frente del incidente.

Este personaje era un ejecutivo de oficina en la fábrica donde trabajaba el chino y entonces Toyota corriendo y ni corto ni perezoso fue hablarle a los pocos minutos llegó Don Carlitos, echándose el rollo inmediatamente.

Don Carlitos, de unos 65, además de auditor y profesor, era un notable orador  y en las reuniones laborales, eran sus palabras las que inauguraban cualquier acto, él declamaba la apertura  y clausura de las actividades.

Sus discursos llenos de sentimiento y con contenido dramáticos convencían hasta el más necio e incrédulo, también escribía poesías y su porte era de un hombre alto, blanco y con gran presencia. 

Empezó su letanía  tratando de convencer a los policías que parecían ajenos y más concentrados en el arresto y continuaban buscando “la bacha.”

Más o menos el discurso iba así: como pueden llevarse presos a estos dos jóvenes fieles católicos, personas que cumplen con sus deberes ciudadanos abnegados trabajadores y son la esperanza y el futuro de un país Digno y un país lleno de Gloria y belleza como es El Salvador ; no es posible que ustedes se quieran  llevar a conocer la fétidas mazmorras a estos dos seres humanos tan buenos y tan honrados. Yo les invitó a que pongan una mano en su conciencia y hagan que esta noche ellos puedan regresar a sus hogares, a compartir con sus respectivas esposas  y que sus hijos puedan sentir el calor y apoyo de un padre.  Yo puedo dar fé que nunca estos muchachos han cometido ningún delito, por los tanto los convido y les exijo que liberen de manera inmediata a los muchachos. Dios los bendiga.


 Ante la insistencia de Don Carlitos, y de testigo el joven Toyota, los juras accedieron de mala gana a soltar a los jóvenes, no sin antes amenazarlos y continuar buscando en el suelo la prueba física del delito.

Los juras se quedaron buscando en el suelo, Don Carlos regresó a su hogar, Toyota a su casa y los mariguaneros caminaron hacia el parque centenario, buscando el Cinelandia, donde procedieron a entrar a la última función de las 8:30PM, a fin que les bajara el palidón.

Pagaron la entrada y a los 10 minutos de la función ya con las luces apagadas ambos sentados a la par al final del cine,  Charli le dice al Chino ¿“que onda?, ¿nos vamos a fumar el puro?

La incredulidad y admiración del chino, no evitaron la preguntó qué dónde estaba o dónde lo había escondido el material  y Charli le respondió que siempre estuvo en medio del dedo medio con el anular y que cuando lo registraron nunca abrió las manos, permaneciendo pegado a los dedos....


Charli le preguntó de nuevo ¿ qué decís nos lo fumamos?. A lo que el chino le dice con contundencia come mierda y  levantándose inmediatamente y salió corriendo para su casa.

Esta historia me la contaron.

 Gracias infinitas a Toyota Y a Don Carlitos en el cielo por haber sacado de este par de vagos de ese problema.


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