Era la época en que estaban ampliando la séptima calle
Oriente que ahora es la Alameda Juan Pablo Segundo, la cual aparecía llena de
hoyos para colocar la nueva tubería, promontorios de tierra y material para pavimentar.
El tramo abarcaba lo que era la 16 Avenida
hasta la 10ª. Enfrente donde los Siu,
Charli y el chino tenían ratos de no verse, pues ya cada
quien vivía separado del barrio, uno en Apopa y otro en San Bartolo. Iniciando
otra etapa de su vida, con responsabilidades de familia e hijos.
Se veían algo lejanos los momentos y tertulias cuando eran independientes y libres.
Después de un caluroso saludo y ardua tarea cada quien en la fábrica donde
trabajaban para ganar su frijoles, ya entrada
la noche, una noche como cualquiera, serena, y con luna, como otras que
acompañaron a tantos jóvenes, en medio de la barbarie de la guerra, en fin, decidieron
ir a buscar a Juan lagarto para que les vendiera un par de esas cosas que se
les pone un fósforo agarran fuego y se aspiran y que te hacen sentir bien
cómodo, profético y filosófico; había
que llegar a darle fuego y buscaron allí por la Loma por donde vivía “el muerto”,
casi siempre se encontrában a un par de
enamorados amontonándose, llamaba la
atención una muchacha bien bonita y jovencita que andaba con un joven poco
mayor un chele baby face, que no era de la majada, de entrada caía mal porque la niña no tenía
más que 14 años y acostumbraban a juntarse en los recovecos de las casas de la
loma, donde también eran frecuente encontrarse con otros broders, fumigando la
esquina.
Viendo la imposibilidad de disfrutar de aquel par de cosas en
una zona quieta y solitaria, decidieron caminar y encenderlos caminando por la
14 enfrente de la Mansión buscando la séptima
calle, obviamente, la llamarada, la humazón y el fuerte olor, despertaba
cualquier sospecha.
Sin percatarse qué detrás de ellos venían dos hombres mayores
y cabalmente en la esquina donde la Juan
Pablo cruza con la 12 avenida les gritaron que se detuvieran y sacaron unas
pistolas las cuales se sintieron y observaron
que eran más largas que cualquiera, era porque ya el efecto de la amiga
Juana había hecho de las suyas, se capta la escena como en cámara lenta, el
individuo parado sobre un volcán de tierra, sacando el arma de su pantalón y el
otro dando la seguridad a su espalda.
Parados en un promontorio de tierra, los dos con sendas chumpas
de judicial y pelo recortado, pistola en mano, los pusieron “ticaman”, se
identificaron como agentes de la SIC y
procedieron al registro personal (pantalón, camisa, ropa interior, zapatos,
etc. ) para encontrar la prueba del
delito, que debía consistir en una parte del rollito.
Poco acostumbrados a todos los procedimientos policiales, los
susodichos, no dejaron de afligirse y
preocuparse por la casi certera posibilidad de ir a dormir unos cuantos días al Castillo Grayskull con la
pena, ficha y multa correspondiente sin
embargo por más que registraron no encontraron dicha prueba y entre ellos- los
cuilios- se discutían: uno le decía al
otro “yo los vi que venía fumando”, “yo los vi”, decía el otro mientras buscaba
en el suelo polvoso, alumbrando con una lámpara alrededor.
Además el tufo, era
inobjetable. ¿ dónde está? , ¿que la hicieron?, les preguntaron a los jóvenes los cuales fingían demencia
y entre lenguaje cortado por la pálida y la mota, se defendían afligidos,
argumentando que andaban paseando. (en la noche y en calles solitarias), al ver
la contundencia y decisión de los agentes, la “corrida” no era opción.
En todo caso, “mientras se averigua”, nos los llevamos
amenazaron los oficiales, y procedieron a colocar los brazos en posición y poner
las esposas, aquellos buscaban con sus pescuezos alargados, algún conocido o
persona que pudiera auxiliarles, creyendo que la bulla o el escándalo, cambiaría
la situación y evitaría el fondo tenebroso esperado, pero, por ser de noche, no
aparecían ni los infaltables curiosos.
Toyota en aquel tiempo era el apodo de un joven moreno claro
alto y un poco robusto al que se le recuerda como muy ameno y muy simpático, se le veía frecuentemente en la cancha de
basket con el pelón, Joe cocker, el peludo, etc. y hasta donde se sabe vivía en la cuesta de la
12 avenida Norte o sobre la séptima; pues bien ese cipote era de los pequeños del
parque centenario, apareció y se acercó curioso a la bulla de los dos policías
y los dos bohemios, a lo que uno de ellos : El Chino le grito a que fuera
hablarle a un amigo que él tenía y cuyo
nombre era Carlos Rivera Pino (QEPD), esposo de la propietaria del colegio Unión 890,
ubicado al frente del incidente.
Este personaje era un ejecutivo de oficina en la fábrica
donde trabajaba el chino y entonces Toyota corriendo y ni corto ni perezoso fue
hablarle a los pocos minutos llegó Don Carlitos, echándose el rollo
inmediatamente.
Don Carlitos, de unos 65, además de auditor y profesor, era
un notable orador y en las reuniones laborales,
eran sus palabras las que inauguraban cualquier acto, él declamaba la apertura y clausura de las actividades.
Sus discursos llenos de sentimiento y con contenido
dramáticos convencían hasta el más necio e incrédulo, también escribía poesías
y su porte era de un hombre alto, blanco y con gran presencia.
Empezó su letanía tratando
de convencer a los policías que parecían ajenos y más concentrados en el
arresto y continuaban buscando “la bacha.”
Más o menos el discurso iba así: como pueden llevarse presos
a estos dos jóvenes fieles católicos, personas que cumplen con sus deberes
ciudadanos abnegados trabajadores y son la esperanza y el futuro de un país
Digno y un país lleno de Gloria y belleza como es El Salvador ; no es posible
que ustedes se quieran llevar a conocer
la fétidas mazmorras a estos dos seres humanos tan buenos y tan honrados. Yo
les invitó a que pongan una mano en su conciencia y hagan que esta noche ellos
puedan regresar a sus hogares, a compartir con sus respectivas esposas y que sus hijos puedan sentir el calor y apoyo
de un padre. Yo puedo dar fé que nunca
estos muchachos han cometido ningún delito, por los tanto los convido y les
exijo que liberen de manera inmediata a los muchachos. Dios los bendiga.
Ante la insistencia de
Don Carlitos, y de testigo el joven Toyota, los juras accedieron de mala gana a
soltar a los jóvenes, no sin antes amenazarlos y continuar buscando en el suelo
la prueba física del delito.
Los juras se quedaron buscando en el suelo, Don Carlos
regresó a su hogar, Toyota a su casa y los mariguaneros caminaron hacia el
parque centenario, buscando el Cinelandia, donde procedieron a entrar a la
última función de las 8:30PM, a fin que les bajara el palidón.
Pagaron la entrada y a los 10 minutos de la función ya con
las luces apagadas ambos sentados a la par al final del cine, Charli le dice al Chino ¿“que onda?, ¿nos
vamos a fumar el puro?
La incredulidad y admiración del chino, no evitaron la preguntó qué dónde estaba o dónde lo había escondido el material y Charli le respondió que siempre estuvo en
medio del dedo medio con el anular y que cuando lo registraron nunca abrió las
manos, permaneciendo pegado a los dedos....
Charli le preguntó de nuevo ¿ qué decís nos lo fumamos?. A lo
que el chino le dice con contundencia come mierda y levantándose inmediatamente y salió corriendo
para su casa.
Esta historia me la contaron.
Gracias infinitas a
Toyota Y a Don Carlitos en el cielo por haber sacado de este par de vagos de
ese problema.
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