lunes, 22 de octubre de 2007

Hablemos de Cuba la Bella


No son muertos los que en la dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”.


Una revolución ética


Con todo, es un problema que preocupa, y mucho, a los gobernantes: «Es que yo creo que la revolución es, por encima de todo, un hecho moral». Quien así se expresa es Abel Prieto, ministro de Cultura desde 1997 y miembro del Buró Político.
Alto y corpulento, de trato cordial, a sus 56 años mantiene un cierto aire hippy y juvenil que concuerda más con su oficio de reconocido y prestigiado escritor que con la imagen estereotipada de un mandatario de la revolución.
En su despacho, abarrotado de libros, un cuadro de John Lennon asoma entre los lienzos que decoran las paredes. Abre un espacio a la broma –«es que soy marxista-lenonista» y regresa a su argumento: «Esos negocios ilegales, esas estafas… todo eso va minando las bases de esta sociedad. Aquí algo se quebró en los 90».





Se refiere al denominado “período especial”, años de una brutal crisis que se dejó notar en toda la isla tras el derrumbe del bloque socialista europeo. «Para nosotros tuvo un precio verdaderamente tremendo, estremecedor.
Había falta de medicinas, falta de fluido eléctrico, de comida.. todo aquello que la población había tenido garantizado durante años, de pronto, de un día para otro, todo eso faltó. Hoy –prosigue–, la situación ya es distinta, se han resuelto muchas cosas pero no hemos terminado de salir de aquella crisis y debemos afrontar dos cuestiones graves que afectan al día a día: la vivienda y el transporte público».

A pesar de que no hay miseria en Cuba, las consecuencias de aquella situación derivaron en problemas asociados a la marginalidad que todavía persisten en familias que viven hacinadas, en casas precarias o ruinosas. «Después de muchos años con los salarios congelados, ahora se ha iniciado un proceso para proceder a aumentarlos, sobre todo en los que estaban más bajos, los de maestros, chóferes, las jubilaciones…

No obstante –aclara Prieto–, ese cubano que tiene la educación gratuita y garantizada hasta la universidad, que tiene asegurada la salud desde la primera vacuna hasta que necesite un marcapasos, que dispone de esa condición y que aspiramos a que tenga un alto nivel cultural y educacional; ese cubano, sin embargo, puede tener su situación respecto a la vivienda muy difícil.
Y aunque la cultura es un antídoto contra el consumismo, una vivienda digna no es consumismo.
Una vivienda es algo a lo que debe aspirar todo ser humano y, de hecho, en la última reunión celebrada en la Asamblea Nacional se aprobó el plan más ambicioso acometido en los últimos años, que consiste precisamente en la construcción y reparación de decenas de miles de viviendas».

Más de la mitad de los cubanos nacieron después de la revolución. No conocieron la dictadura de Batista ni pelearon por derrocar un régimen que condenaba a la pobreza a sus habitantes, y han disfrutado sin mayor esfuerzo de las garantías que ofrece el socialismo cubano.
En noviembre de 2005, Fidel Castro alertaba de un riesgo en el que no intervenían los Estados Unidos: «Este país puede autodestruirse, esta revolución puede acabar consigo misma».
El comandante en jefe puso en marcha la denominada “Batalla de Ideas”, un programa en el que se han implicado todas las estructuras, instituciones, organismos y asociaciones del estado.
Esta nueva batalla responde a los problemas que se han planteado en la evolución de esta sociedad cubana. Abel Prieto destaca que, por un lado, persigue lograr que «la ética de la revolución» prenda en la gente que no tuvo que afrontar aquellos desafíos históricos.

Por otro, «trata de elevar el nivel cultural, no sólo educacional, desde la idea de una cultura portadora de valores propios. La cultura –insiste–, tiene que ver también con el sentido de la vida de la gente, con ser un antídoto frente al consumismo y a la “miamización” de los valores que llevan a celebrar fiestas absurdas como celebraciones de los quince años de las niñas».

Así y todo, esta revolución que, a pesar de tenerlo todo en contra, ha conseguido resistir y evolucionar a la vez, –las denuncias respecto a posiciones oficiales contra la homosexualidad son cosa del pasado y el alto nivel de discusión que se aprecia en revistas literarias como “Revolución y Cultura”, “Temas” o “La Casa de las Letras” sobre las más variadas cuestiones, desde los beneficios y daños de las coproducciones en cine a la cuestión social y la aceptación del travestismo, superan con mucho al debate que se da en los países occidentales–, vislumbra un futuro si no más fácil, sí más amable, tanto con Fidel, como después de Fidel.






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