lunes, 10 de junio de 2013

Leonel Bermúdez



 Una noche allá por 1968, Guillermo, me llegó a buscar al mesón y con su característico y contagioso entusiasmo, me invitó a su casa que quedaba a pocos metros. En el camino me dijo en tono emocionado que quería que yo conociera a alguien que había llegado a vivir a su casa, pues se alquilaban apartamentos en ella, un nuevo inquilino, un personaje. 

Cuando llegamos la atmósfera estaba tenue y no lograba distinguir claramente la figura fantasmagórica de alguien que parecía más grande de lo que uno acostumbraba.

Después de unos cortos saludos de los cuales poco me acuerdo, con voz bulliciosa, se sentó en un sillón  a lo que memo le pidió que tocara la dulzaina. Este instrumento era común entre los cipotes, consistía en dos líneas de agujeros de madera fina que al soplarlos emitían un sonido llorón, fino y dulce.

El personaje agarró con sus manos el instrumento y lo puso sobre su boca y empezó a tocar en una forma realmente sorprendente, la pieza que interpreto fue “La Calle 12” que es un Charleston muy famoso. Las manos y la boca del tipo bailaban por el instrumento magistralmente que me dejó boquiabierto y Guillermo sonreía con complicidad y sonrisas como diciendo “ves?, ves?”

Con los días vi al señor grandote, cuarentón o más, vestía de camisa blanca con corbata y pantalón obscuro y siempre se acompañaba de un atache negro como se acostumbraba en los ejecutivos de venta o agentes de servicios.  Medía como 1.85 mts. Era gordo, colocho y su dentadura postiza mostraba algún grado de deterioro pues se le veían los metales de los que alguna vez fueran puentes o dientes postizos completos.

Su manera de ser era locuaz, bullisto, algo pesado para las bromas, con un estilo muy imponente y mandón, pero denotaba cierta educación y buena crianza.

La sorpresa mayor fue que de un día para otro apareció como vecino del mesón, viviendo en la pieza no. 5. De la niña Paca, se había arrejuntado y de entonces fue muy frecuente quizás demasiado verlo. Se le veía por las tardes (probablemente después del trabajo) en calzoncillo o calzoneta, sentado en la cama, jugando al Solitario, poniendo las cartas sobre la cama. 

Y así todas las tardes, horas y horas, todos los días, lo veía jugar y jugar al solitario.  

Por ese tiempo en el barrio habían abierto un club donde llegaban muchos señores, todos alcohólicos anónimos, allí tomaban café, jugaban cartas, damas y ajedrez. 

Allí veía a Don Leonel jugando al ajedrez magistralmente, prácticamente nadie de los socios o visitantes le ganaba en ese deporte, lo jugaba con estrategia muy profesionalmente.

También era notoria la explosión de su personalidad extrovertida, mandona, algo ofensiva, mezclado entre todos los visitantes al club.

Esa personalidad provocó que le trabaran como apodo “el loco Leonel”, sus amigos, conocidos y jóvenes del barrio.

Su trabajo era dar el servicio de fumigaciones, para eso ocupaba uno o dos ayudantes, él era el gestor de ventas , orientaba y dirigía cuando los ayudantes preparaban las mezclas que cargaban en unas bombas aspersoras, cargándolas para ir a fumigar en las habitaciones de los clientes.

El tiempo transcurrió y pasó la muerte de mi papá en donde tuve muchos apoyos, sobretodo de índole moral. Leonel me apoyó y me propuso que le ayudara en las ventas de servicios de fumigación
.
El trabajo básicamente consistía en aprenderse una jerigonza de argumentos o razones para convencer al cliente de fumigar su casa.  Estas letanías eran complejas para mí, pues tenían que ver con  cuestiones de higiene, biología y un montón de conceptos, explicar concienzudamente unos folletitos, además dichos en una forma tan mecánica y meticulosa que los consideraba un completo desafío.

La cosa es que nada pudo Leonel para entrenarme como gestor de ventas, yo diría para hablar paja, pero sí me enseño a jugar al solitario, en forma magistral, con trucos, atajos, etc.
Tanto me aficioné a ese juego me acompañó en mis noches de soledad y tristeza, pasé noches enteras jugando y barajando esas 52 cartas, abstraído de mis problemas. 

En toda esa relación hizo que lo acompañara a varios lugares, en donde le escuchaba sus  “locuras”, una vez me llevó a una casa en el barrio san miguelito, y allí me presentó unas personas que se referían como familia. Supe de su boca que era de Usulután, de familia adinerada y de abolengo, que problemas familiares habían hecho que se separara de ese vínculo, muchas cosas interesantes, pues había viajado y estudiado mucho, pero su personalidad “lobanillo” lo había jodido.

Salí del barrio y en uno de mis regresos, me contaron que el loco Leonel, había agarrado la zumba y que parte de sus conductas eran que le gustaba irse a bañar chulón a la fuente del parque, para la burla y deleite de la majada. 

El cuadro era divertido, Leonel chulón camino al parque y la niña Paca detrás con una cobija.

Me fui del barrio del todo y una vez me lo encontré siempre locuaz, más viejo, estaba en el negocio de la venta de especies, siempre con su labia convincente, destilando optimismo y profesionalismo en las ventas.

Lo último que supe de voz de Niña Paca que después de varias recaídas frente al alcohol, Leonel  “el loco”, languidecía en un hospicio particular pagado por su familia con una enfermedad mental terminal, en donde era alimentado, aseado y atendido por personal sanitario. 

 La niña paca lo visitaba y le platicaba pero él se quedó en el mundo que siempre atisbó cuando agarraba la zumba o cuando se deleitaba tocando la dulzaina.

Don Leonel, mi mentor, mi amigo, mi maestro, donde te encuentres, feliz día del padre!


2 comentarios:

Memo dijo...

El loco Leonel, uno de los personajes folklóricos del barrio. Era genial para la dulzaina, y lindo para la "paja". Buen contador de chistes también.

Saludos Milton.

Anónimo dijo...

Don Milton:

A mi me llega leer su blog porque usted cuenta las cosas de una manera que, aunque no es común, cualquier persona entiende lo que pretende decir o explicar, y eso es algo como que ya no se encuentra tan fácil en estos dias.

Por otro lado tenemos que las experiencias u opiniones que usted publica son realmente interesantes, contadas así sin tanta paja sino que tal y como usted parece que las recuerda o experimenta.

Buena onda!, estoy inpaciente por leer otra de esas aventuras u opiniones.

Saludos cordiales y gracias por compartir.